Miles de personas en distintas ciudades de Colombia y fuera del país salieron a las calles para exigir la libertad de todos los secuestrados, luego que hace unos días las FARC asesinaran a cuatro uniformados a los que tuvo cautivos por más de 10 años.
La marcha que se inició a las 10:00 a.m. unió a personas de distintos ligares del mundo como Washington D.C., Miami y Boston en Estados Unidos; así como en México, Canadá, Panamá, Argentina, Irlanda y España.
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En Bogotá cientos de personas, entre adultos y niños se congregaron desde muy temprano en diferentes puntos de la ciudad para comenzar el recorrido hacia la Plaza de Bolívar, en el centro de la capital.
Según informa Radio Caracol, rostros pintados con la bandera de Colombia, camisetas blancas, banderas, pancartas y lemas en contra del secuestro pintaron un paisaje multicolor de ciudadanos que piden el fin del secuestro en el país.
El día de ayer, el vocero y Secretario General de la Conferencia Episcopal de Colombia, Mons. Juan Vicente Córdoba Villota, señaló que "la Iglesia está pronta y solícita, presta, hasta que el Presidente de la República nos conceda la orden porque estamos en un Estado social de derecho y por esto nosotros no damos ningún paso sin la autorización del Presidente", señaló.
Las declaraciones del Prelado reiteran así la disposición de la Iglesia en el país para contribuir a poner fin al secuestro de aquellos colombianos que aún están en poder de grupos armados como la guerrilla narcoterrorista de las FARC.
El Obispo también recordó la importancia de salvaguardar el derecho a la vida de los cautivos y dijo que "lo ideal sería que no tengamos sangre, ni muertes, que nos devuelvan a nuestros secuestrados, que no hayan más secuestros y que estos intentos se hagan con una plena seguridad de que no van a haber más víctimas, que traigan con vida a unos y a otros".
El episodio del asesinato de los cuatro miembros de las fuerzas del orden a manos de las FARC tuvo como colofón la fuga de un quinto que estuvo cautivo con ellos y que se salvó de morir, el sargento Luis Erazo, quien dijo que siempre rezó a Dios por sus captores y que los perdonaba.