El Papa Benedicto XVI recordó el “lento calvario” que vivió el Beato Juan Pablo II durante sus últimos años de vida y aseguró que el Pontífice hizo de su enfermedad una “concreta participación en el Camino de Cristo hasta el Calvario”.
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El Papa recibió el sábado en la sala Clementina a los cerca de 500 participantes al Encuentro promovido por el Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, que han reflexionado estos días en el Vaticano sobre el tema: “La Pastoral sanitaria al servicio de la vida a la luz del magisterio del Beato Juan Pablo II”.
“El servicio, la cercanía y el cuidado de hermanos enfermos, coloca a quienes les cuidad en una posición privilegiada para testimoniar la acción salvífica de Dios, su amor por el hombre y el mundo. El rostro del Salvador agonizante en la cruz, nos enseña a preservar y promover la vida, en cualquier momento y sea cual fuere su condición, explicó.
“Esta visión del dolor y del sufrimiento iluminado por la muerte y resurrección de Cristo fue testimoniada por el lento calvario, que marcó los últimos años de la vida del Beato Juan Pablo II, al que se pueden aplicar las palabras de San Pablo: "Completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, en favor de su cuerpo que es la Iglesia. (Col 1,24). La fe firme y segura impregnó su debilidad física, haciendo de su enfermedad, vivida por amor de Dios, de la Iglesia y del mundo, una concreta participación en el Camino de Cristo hasta el Calvario”, indicó.
Según informa Radio Vaticana, el Santo Padre recordó que el "Evangelio de la Vida" “es un precioso legado de las enseñanzas del Beato Juan Pablo II, que en 1985, constituyó este Pontificio Consejo, para dar testimonio concreto en el vasto y complejo campo de la salud”. Hace veinte años, estableció la Jornada Mundial del Enfermo, y, más recientemente, instituyó la Fundación "El buen samaritano", una organización de beneficencia para los enfermos pobres, en algunos países.
“En los largos e intensos años de su pontificado, el beato Juan Pablo II proclamó que el servicio a la persona enferma en el cuerpo y en el espíritu constituye un constante compromiso de atención y de evangelización para toda la comunidad eclesial, de acuerdo con el mandato dado por Jesús a los Doce Apóstoles para sanar a los enfermos”.
Benedicto XVI ha recordado la carta apostólica de su venerado predecesor Salvifici doloris, en la que Juan Pablo II escribe: "El sufrimiento parece pertenecer a la trascendencia del hombre: es uno de aquellos puntos en los que el hombre, en cierto sentido" viene ‘destinado’, a superarse a sí mismo, y viene llamado a esto, de una manera misteriosa".
“El misterio del dolor parece ofuscar el rostro de Dios, haciéndolo casi un desconocido, o incluso señalándolo como responsable directo de los sufrimientos humanos, pero los ojos de la fe son capaces de mirar en profundidad en este misterio”.
“Dios se encarnó, se acercó al hombre incluso en sus situaciones más difíciles: no eliminó el dolor”, ha afirmado el Pontífice. “El Hijo de Dios sufrió hasta la muerte y reveló que su amor baja hasta el abismo más profundo del hombre para darle esperanza”.
“En el Hijo "dado" para la salvación de la humanidad, la verdad del amor, viene “probada”, en un cierto sentido, mediante la verdad del sufrimiento; y la Iglesia, nacida del misterio de la Redención de la Cruz de Cristo, está llamada a buscar el encuentro con el hombre, en particular, en el camino de su sufrimiento”.