El Arzobispo de México (México), Cardenal Norberto Rivera Carrera, defendió el derecho y el deber de la Iglesia de participar en la vida pública del país y afirmó que las personas no están obligadas a obedecer a una autoridad que se opone abiertamente a los derechos humanos.
"La autoridad civil tiene como límites todo aquello que va en contra de los ciudadanos, porque el poder del gobernante no tiene más función que el servicio efectivo al pueblo que lo eligió o aceptó".
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Cuando la autoridad "se sale del marco legal desde donde puede y debe gobernar, no hay obligación de tributarle obediencia, y si se opone abiertamente a los derechos humanos fundamentales, entonces hay que negarle la obediencia", indicó.
Durante la Misa dominical, el Purpurado explicó el pasaje evangélico donde –ante la pregunta sobre el pago de impuestos-, Jesús dijo "dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios".
"Así Jesús establece, algo desconocido hasta ese momento, la necesaria separación entre religión y política, entre la Iglesia y el Estado. Separación no quiere decir contraposición y menos mutua negación", señaló el Cardenal.
El Arzobispo explicó que en la primera afirmación Jesús defiende a la autoridad civil legítimamente constituida o aceptada por el pueblo, a la que se debe respetar y obedecer "en todas las leyes y normas que tienen como meta los derechos humanos y sus deberes correspondientes.
Sin embargo, en la segunda parte Cristo recuerda que "la autoridad humana no es absoluta. Aunque tiene como campo de su autonomía el bienestar social, este mismo bien exige que respete la ley natural, el proyecto de Dios sobre el hombre y no se oponga a él con leyes injustas o inhumanas".
Asimismo, indicó que la autoridad civil debe respetar la presencia de Dios "en la conciencia de los creyentes, para lo cual los gobernantes deben legalizar y proteger en la práctica la libertad de conciencia, de religión y de culto, a fin de que los ciudadanos puedan profesar, privada y públicamente su amor y respeto a Dios".
"Este deber de ‘dar a Dios lo que es de Dios’ no sólo compete al Estado, sino que urge también a cada uno de los hombres y sociedades intermedias, que debemos poner la obediencia a Dios por encima del respeto al César", señaló.
En ese sentido, afirmó que "siendo la Iglesia la continuadora de Jesús en la historia, podemos concluir que puede y debe meterse en política como lo hizo Jesús. Es decir, recordando a los cristianos y a los hombres en general que deben obedecer y respetar a la autoridad en todo y sólo aquello que se dirija en bien de la comunidad".
"Y recordando a la autoridad civil que sólo tiene poder para legislar en favor de los derechos y deberes humanos sin oponerse a los divinos. Si la Iglesia quiere ser fiel a su Maestro no puede descuidar la dimensión social del cristianismo", señaló.