Al reunirse ayer por la tarde con sacerdotes y familias de la diócesis de Ancona (Italia) adonde llegó a clausurar el 25º Congreso Eucarístico Nacional, el Papa Benedicto XVI alentó a los matrimonios y a los sacerdotes a testimoniar el amor de Cristo centrando sus vidas en el sacramento de la Eucaristía.
El Papa recordó que "ambos estados de vida hunden sus raíces en el amor de de Cristo (...) y están llamados a una misión común: dar testimonio de este amor y ponerlo al servicio de la comunidad".
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Esta perspectiva, continuó el Santo Padre, "permite superar la visión reductiva que considera a la familia, como mera destinataria de la acción pastoral" cuando, en cambio, "es el lugar privilegiado de la educación humana y cristiana" y, por tanto, "el mejor aliado del ministerio sacerdotal".
Por otra parte, "la proximidad del sacerdote a la familia la ayuda a tomar conciencia de su realidad profunda y de su misión".
"Ninguna vocación es una cuestión privada y mucho menos la del matrimonio, porque su horizonte es la Iglesia entera. Se trata de saber armonizar e integrar (...) el ministerio pastoral, con el verdadero evangelio del matrimonio y la familia para una comunión activa y fraternal. Y la Eucaristía es el centro y la fuente de esta unidad que anima toda la acción de la Iglesia".
Benedicto XVI se dirigió luego y a los sacerdotes y les recordó que "por el don de la ordenación estáis llamados a servir como pastores a la comunidad eclesial, que es ‘familia de familias’ (…) Cultivad una profunda familiaridad con la Palabra de Dios (…) Él es vuestra casa y vuestro legado. De esto tenéis que ser testigos ante las familias (…) incluso en las circunstancias más difíciles".
Por ello los exhortó a ser "acogedores y misericordiosos, también con aquellos a los que les cuesta más cumplir con los compromisos del vínculo matrimonial y con los que, por desgracia, no lo han conseguido".
A los casados, el Papa dijo que "vuestro matrimonio se basa en la fe de que Dios es amor y de que seguir a Cristo es permanecer en el amor (…) Edificad vuestras familias en la unidad, un don que viene de lo alto y que alimenta vuestro compromiso en la Iglesia y en la construcción de un mundo más justo".
"Que vuestro actuar cotidiano –instó luego a todos los presentes– tenga en la comunión sacramental su origen y su centro (...) La educación en la fe de las nuevas generaciones también pasa a través de vuestra coherencia".
"Sed testigos ante ellas de la belleza exigente de la vida cristiana" y "para los que están confiados a vuestra responsabilidad sed un signo de la benevolencia y la ternura de Jesús: en El se hace visible que el Dios que ama la vida no es ajeno o distante de los asuntos humanos, sino que es el Amigo que nunca abandona", concluyó.