Al presidir esta mañana desde las 10:00 a.m. (hora local) la Misa con unos dos mil seminaristas de distintas partes del mundo, el Papa Benedicto XVI los alentó en su homilía a "no dejarse intimidar por un entorno que en el que se pretende excluir a Dios".
Antes de iniciar la Eucaristía el Papa recibió el saludo del Arzobispo de Madrid, Cardenal Antonio María Rouco, y el de un seminarista, quien le dijo "no resulta fácil hoy, Santo Padre, la misión de ser testigos de Cristo. Nos cuesta mucho llegar a nuestros hermanos alejados o no creyentes".
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Sin embargo, prosiguió, "queremos ofrecer la esperanza del Evangelio con nuestra futura entrega sacerdotal a éste nuestro mundo, urgidos por la caridad de Cristo, como el mejor tesoro que nos ha entregado el Señor. Para ser fieles a ello le pedimos, Santo Padre, que nos encomiende a nuestra Madre, la Santísima Virgen María, para que lleguemos a ser otros Cristos en medio del mundo".
Ante cientos de obispos y sacerdotes concelebrantes, el Papa pronunció su homilía en la que pidió a los seminaristas darle gracias a Dios por haberlos escogido, "por esta muestra de predilección que tiene con cada uno de vosotros".
El Papa destacó luego que Cristo es el ejemplo perfecto de sacerdote, cumpliendo siempre la voluntad de Dios y entregándose totalmente en la Cruz y quedándose con los hombres en la Eucaristía.
El Santo Padre animó luego a los seminaristas a pedirle a Dios que "os conceda imitarlo en su caridad hasta el extremo para con todos, sin rehuir a los alejados y pecadores, de forma que, con vuestra ayuda, se conviertan y vuelvan al buen camino. Pedidle que os enseñe a estar muy cerca de los enfermos y de los pobres, con sencillez y generosidad".
"Afrontad este reto sin complejos ni mediocridad, antes bien como una bella forma de realizar la vida humana en gratuidad y en servicio, siendo testigos de Dios hecho hombre, mensajeros de la altísima dignidad de la persona humana y, por consiguiente, sus defensores incondicionales".
Apoyados en su amor, exhortó el Papa, "no os dejéis intimidar por un entorno en el que se pretende excluir a Dios y en el que el poder, el tener o el placer a menudo son los principales criterios por los que se rige la existencia".
"Puede que os menosprecien, como se suele hacer con quienes evocan metas más altas o desenmascaran los ídolos ante los que hoy muchos se postran. Será entonces cuando una vida hondamente enraizada en Cristo se muestre realmente como una novedad y atraiga con fuerza a quienes de veras buscan a Dios, la verdad y la justicia".
Alentados por vuestros formadores, dijo luego Benedicto XVI, "abrid vuestra alma a la luz del Señor para ver si este camino, que requiere valentía y autenticidad, es el vuestro, avanzando hacia el sacerdocio solamente si estáis firmemente persuadidos de que Dios os llama a ser sus ministros y plenamente decididos a ejercerlo obedeciendo las disposiciones de la Iglesia".
El Papa explicó luego que los años del seminario deben ser "de silencio interior, de permanente oración, de constante estudio y de inserción paulatina en las acciones y estructuras pastorales de la Iglesia. Iglesia que es comunidad e institución, familia y misión, creación de Cristo por su Santo Espíritu y a la vez resultado de quienes la conformamos con nuestra santidad y con nuestros pecados".
Benedicto XVI recordó también que los seminaristas y los sacerdotes tienen la misión de ser santos como Cristo y la Iglesia: "nosotros debemos ser santos para no crear una contradicción entre el signo que somos y la realidad que queremos significar", aseguró.
Tras reiterar su llamado a vivir la radical fidelidad evangélica, el Santo Padre dijo que el sacerdote debe siempre configurarse con Cristo, haciéndose él también buen pastor de sus ovejas.
"Esta disponibilidad, que es don del Espíritu Santo, es la que inspira la decisión de vivir el celibato por el Reino de los cielos, el desprendimiento de los bienes de la tierra, la austeridad de vida y la obediencia sincera y sin disimulo".
En la parte final de su homilía el Papa exhortó a los seminaristas a seguir el ejemplo de San Juan de Ávila, Patrono del clero secular de España y los animó a mirar siempre a María: "Ella sabrá forjar vuestra alma según el modelo de Cristo, su divino Hijo, y os enseñará siempre a custodiar los bienes que Él adquirió en el Calvario para la salvación del mundo. Amén".