Al celebrar la Misa por la Solemnidad de la Asunción de la Virgen María que la Iglesia recuerda cada 15 de agosto, el Papa Benedicto XVI aseguró que la Madre de Dios enseña a los cristianos a ser diligentes con las cosas de Dios, las únicas “que tienen verdadera urgencia para nuestra vida”.
En la homilía que pronunció desde la parroquia Santo Tomás de Villanueva de Castel Gandolfo, el Santo Padre reflexionó sobre el pasaje de la Visitación de María a su prima Isabel.
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“María se pone en camino hacia la montaña para alcanzar rápidamente un ciudad de Judá e ir a la casa de Zacarías e Isabel. Me parece importante ‘con diligencia’: las cosas de Dios merecen diligencia, es más las únicas cosas del mundo que merecen diligencia son precisamente las de Dios, que tienen verdadera urgencia para nuestra vida”, indicó.
“María entra en esta casa de Zacarías y de Isabel, pero no entra sola” pues lleva “en su seno el hijo, que es Dios mismo hecho hombre. Ciertamente se la esperaba y también para que ayudara en aquella casa, pero el evangelista nos guía para comprender que esta espera lleva a otra, más profunda”.
“Juan Bautista en el seno de su madre baila delante del Arca de la Alianza, como David, María – y reconoce así – María es la nueva arca de la alianza, ante la cual el corazón exulta de alegría, la Madre de Dios presente en el mundo, que no tiene para sí esta divina presencia, sino la ofrece compartiendo la gracia de Dios. Y así – como dice la oración – María realmente es ‘causa de nuestra alegría’, el ‘arca’ en la que realmente el Salvador está presente entre nosotros”, indicó.
“Al contemplar a la Virgen María se nos ha dado otra gracia: la de poder ver en profundidad también nuestra vida. Sí, porque también nuestra existencia cotidiana, con sus problemas y sus esperanzas, recibe luz de la Madre de Dios, de su camino espiritual, de su destino de gloria: un camino y una meta que pueden y deben convertirse, de alguna manera, en nuestro mismo camino, nuestra misma meta”.
“Hoy la Iglesia canta el amor inmenso de Dios por esta criatura: la ha elegido como verdadera ‘arca de la alianza’, como aquella que continua a generar y a donar a Cristo Salvador a la humanidad, como Aquella que en el cielo comparte la plenitud de la gloria y goza de la felicidad misma de Dios y, al mismo tiempo, nos invita a devenir también a nosotros, en nuestro modo modesto, ‘arca’ en la que está presente la Palabra de Dios, que es transformada y vivificada por Su presencia, lugar de la presencia de Dios, para que los hombres puedan encontrar en el otro hombre la cercanía de Dios y así vivir en comunión con Dios y conocer la realidad del cielo”.
“María es el arca de la alianza, porque ha acogido en sí a Jesús, ha acogido en sí la Palabra viviente, todo el contenido de la voluntad de Dios, de la verdad de Dios, ha acogido en sí a aquel que es la nueva y eterna alianza, culminada con la ofrenda de su cuerpo y de su sangre: cuerpo y sangre recibidos de María”.
El Papa recordó que “estamos hablando de María, pero, en un cierto sentido, estamos hablando también de nosotros, de cada uno de nosotros: también nosotros somos destinatarios de aquel amor inmenso que Dios ha reservado - ciertamente, de una forma absolutamente única e irrepetible - en María”.
“En esta Solemnidad de la Asunción miramos a María: Ella nos abre a la esperanza, a un futuro lleno de alegría y nos enseña el camino para alcanzarlo: acoger en la fe, a su Hijo; no perder jamás la amistad con Él, dejarse iluminar y guiar por su palabra; seguirlo cada día, también en los momentos en los que sentimos que nuestras cruces se nos hacen pesadas”.
“María, el arca de la alianza que está en el santuario del Cielo, nos indica con luminosa claridad que estamos en camino hacia nuestra verdadera Casa, la comunión de alegría y de paz con Dios”, concluyó.