Al presidir el rezo del Ángelus dominical en Castel Gandolfo, el Papa Benedicto XVI recordó que ante las "tormentas" y pruebas del mar de la vida, Dios nunca abandona al ser humano, y que además lo busca aún antes de ser invocado y le pide confiarse totalmente a Él.
Ante miles de fieles presentes para la oración mariana entre quienes se encontraba un centenar de jóvenes de Irak, el Santo Padre explicó el Evangelio de este domingo en el que Jesús camina sobre las aguas en medio de la tormenta.
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El Papa indicó que al haberse alejado a rezar, Jesús destaca la necesidad de la soledad y la intimidad para rezarle al Padre, pero esto no debe entenderse "como un desinterés hacia las personas o como un abandono de los Apóstoles".
"Por el contrario –narra san Mateo– apremió a sus discípulos a que ‘subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla’, para encontrarlos de nuevo. Mientras tanto, ‘la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario’. Y sucedió que ‘de madrugada se les acercó Jesús andando sobre el agua’".
Según señala la nota de Radio Vaticano, el Santo Padre recordó luego que en el pasaje los discípulos no reconocieron al Señor y lo confundieron con un fantasma. Al ver su temor, el Señor los exhorta: "¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!"
Este relato está cargado de significados que varios Padres de la Iglesia han explicado. Benedicto XVI explicó que "el mar simboliza la vida presente y la inestabilidad del mundo visible; la tempestad indica todo tipo de tribulación, de dificultad, que oprimen al hombre. La barca, en cambio, representa a la Iglesia edificada sobre Cristo y guiada por los Apóstoles".
"Jesús quiere educar a los discípulos a soportar con valor las adversidades de la vida, confiando en Dios, en Aquel que se ha revelado al profeta Elías sobre el Oreb ‘en el susurro de una brisa suave’. El versículo continúa después con el gesto del Apóstol Pedro, quien, movido por un impulso de amor hacia el Maestro, pide ir a su encuentro, caminando sobre las aguas. ‘Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame!’"
El Papa dijo luego que "Pedro camina sobre las aguas no por su propia fuerza, sino por la gracia divina, en la que cree. Cuando se ve agobiado por la duda, cuando no fija más la mirada sobre Jesús, porque tiene miedo del viento, cuando no se fía plenamente de la palabra del Maestro, significa entonces que se está alejando de Él y es entonces cuando corre peligro de hundirse en el mar de la vida".
"Queridos amigos –prosiguió el Pontífice– la experiencia del profeta Elías que escuchó el pasar de Dios y la dificultad de la fe del apóstol Pedro, nos hacen comprender que el Señor aún antes de que lo busquemos o lo invoquemos, viene Él mismo a nuestro encuentro, hace descender el cielo para tendernos la mano y conducirnos a su altura; espera solamente que nos confiemos totalmente a Él".
Finalmente exhortó a invocar "a la Virgen María, modelo de plena confianza en Dios, para que, en medio de tantas preocupaciones, problemas, dificultades que agitan el mar de nuestra vida, resuene en el corazón la palabra consoladora de Jesús: ‘¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!’ y crezca nuestra fe en Él".