Al presidir hoy la Misa por la Solemnidad de Corpus Christi (Cuerpo y Sangre de Cristo), el Papa Benedicto XVI resaltó que la Eucaristía es el camino y la fuerza imprescindible para transformar el mundo desde sus cimientos.
En la homilía de la Misa que presidió en la Basílica de San Juan de Letrán en Roma (Italia), el Papa explicó que la fiesta de hoy es inseparable del Jueves Santo, de la Misa de la Cena del Señor, en la que se celebra la institución de la Eucaristía.
Recibe las principales noticias de ACI Prensa por WhatsApp y Telegram
Cada vez es más difícil ver noticias católicas en las redes sociales. Suscríbete a nuestros canales gratuitos hoy:
Según informa Radio Vaticana, el Papa señaló que en Corpus Christi, el "Santísimo Sacramento es llevado en procesión por las calles de las ciudades y pueblos, para manifestar que Cristo resucitado camina en medio de nosotros y nos guía hacia el Reino de los cielos".
"En la Misa in Cena Domini del pasado Jueves Santo he subrayado que en la Eucaristía acontece la transformación de los dones de esta tierra –el pan y el vino– para trasformar nuestra vida e inaugurar así la transformación del mundo. Esta tarde quisiera retomar esa perspectiva".
El Papa explicó que todo comienza en el corazón de Cristo que en la Última Cena dio gracias a Dios y se ofreció para la salvación de todos los hombres y mujeres de la historia de la humanidad, se ha convertido en "don de un Amor más fuerte que la muerte, Amor divino que lo ha hecho resucitar de entre los muertos".
Entonces, del corazón de Cristo brota "aquel dinamismo que transforma la realidad en sus dimensiones cósmicas, humanas e históricas. Todo procede de Dios, de la omnipotencia de su Amor Uno y Trino, encarnado en Jesús".
"En este Amor esta inmerso el corazón de Cristo; por eso Él sabe agradecer y alabar a Dios también ante la traición y la violencia, y de esta manera cambia las cosas, las personas y el mundo".
Benedicto XVI explicó luego que con frecuencia se llama comunión al acto de comer el pan eucarístico porque cuando se realiza, "entramos en comunión con la vida misma de Jesús, en el dinamismo de esta vida que se dona a nosotros y para nosotros. Desde Dios, a través de Jesús, hasta nosotros: una única comunión se transmite en la Santa Eucaristía".
A diferencia del alimento corporal, prosiguió el Santo Padre, la comunión "nos asimila a Cristo, así somos conformados en Jesús, miembros de su Cuerpo, una sola cosa con Él" y de esa forma "nos abre también a los otros, nos hace miembros los unos de los otros: no estamos más divididos, sino que somos una sola cosa en Él".
"La comunión eucarística me une a la persona que tengo junto a mí, y con la cual quizá no tengo una buena relación, pero también a los hermanos que están lejos, en cada parte del mundo", añadió.
De esa forma la Eucaristía se convierte en la base de la presencia social de la Iglesia: "quien reconoce a Jesús en la Hostia santa, lo reconoce en el hermano que sufre, que tiene hambre, que tiene sed, que es forastero, desnudo, enfermo, encarcelado; y está atento a cada persona, se empeña, de modo concreto, por todos aquellos que están en necesidad", aseguró.
"Del don del amor de Cristo proviene por lo tanto nuestra especial responsabilidad de cristianos en la construcción de una sociedad solidaria, justa, fraterna. Especialmente en nuestro tiempo, en el que la globalización nos hace siempre más dependientes los unos de los otros, el Cristianismo puede y debe hacer que esta unidad no se construya sin Dios, esto es sin el verdadero Amor, lo que daría espacio a la confusión, al individualismo, al atropello de todos contra todos".
El Papa Benedicto afirmó luego que "el Evangelio mira siempre a la unidad de la familia humana, una unidad no impuesta desde fuera, ni de los intereses ideológicos o económicos, sino a partir del sentido de responsabilidad de los unos hacia los otros, porque nos reconocemos miembros de un mismo cuerpo, del cuerpo de Cristo, porque hemos aprendido y aprendemos constantemente del Sacramento del Altar que el compartir, el amor, es el camino de la verdadera justicia".
Cuando Jesús se entrega, explicó, acepta por amor la pasión y la muerte, transformándola en un acto de donación: "esta es la transformación de la que el mundo tiene más necesidad, porque lo redime desde el interior, lo abre a la dimensión del Reino de los cielos".
"Pero esta renovación del mundo Dios quiere realizarla siempre a través del mismo camino seguido por Cristo, y ese camino es Cristo mismo. No hay nada de mágico en el cristianismo. No hay atajos, sino que todo pasa a través de la lógica humilde y paciente del grano de trigo que se rompe para dar vida, la lógica de la fe que mueve las montañas con la fuerza mansa de Dios".
Por ellos, resaltó el Papa, "Dios quiere continuar renovando la humanidad, la historia y el cosmos a través de esta cadena de transformaciones, de las cuales la Eucaristía es el sacramento".
Con la Eucaristía, dijo luego Benedicto XVI, y "sin ilusiones, sin utopías ideológicas, nosotros caminamos por las calles del mundo, llevando dentro de nosotros el Cuerpo del Señor, como la Virgen María en el misterio de la Visitación".
"Con la humildad de sabernos simples granos de trigo, custodiamos la firme certeza que el amor de Dios encarnado en Cristo, es más fuerte que el mal, que la violencia y la muerte. Sabemos que Dios prepara para todos los hombres cielos nuevos y tierra nueva, donde reina la paz y la justicia, y en la fe entrevemos el mundo nuevo, que es nuestra verdadera patria".
El Papa concluyó recordando la promesa de Cristo "Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo" y dio gracias al Señor "por tu fidelidad, que sostiene nuestra esperanza. Quédate con nosotros, porque ya es tarde".