El joven hermano estadounidense Anthony Ariniello vive y estudia en Roma (Italia). En poco tiempo se ha convertido en una popular figura en la Ciudad Eterna debido a su peculiar medio de transporte: unos patines con los que los que llega a la Basílica de San Pedro a rezar. En entrevista concedida a ACI Prensa relata su testimonio y comenta que cuando se convirtió descubrió que la Iglesia "está llena de vida".
El religioso de 32 años nacido en Boulder, estado de Colorado, cuenta que "cuando la gente me ve pasar con frecuencia escucho exclamaciones como ‘¡Wow, ese sí es un monje moderno!'"
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En diálogo con ACI Prensa el joven señaló que "¡el Espíritu hace todas las cosas nuevas! Se puede testimoniar que la nueva vida puede comenzar con signos sencillos. Las campanas de las iglesias y sus fachadas son bonitas, pero el espacio postmoderno necesita rostros más personales: una religiosa sonriente, una familia con cuatro hijos… y ¡un monje en patines!"
Sobre sus patines, su medio de transporte, afirma que no ve ningún problema y sí varias ventajas porque "son prácticos, económicos y ecológicos".
Para el hermano Ariniello, miembro de la Comunidad de las Bienaventuranzas, la sorpresa de la gente cuando lo ve andar en patines "tal vez esté en que nunca han visto antes a un discípulo de Cristo de esta forma. Yo mismo alguna vez estereotipé a la Iglesia como pasada de moda".
"Luego me encontré por primera con un Obispo cara a cara… en un juego de raquetbol. ¡Ese día comencé a escuchar de verdad a la Iglesia y descubrí que estaba llena de vida!", añade
El joven religioso dijo luego a ACI Prensa que ese juego fue el inicio de un camino que ahora lo lleva al sacerdocio: "en 1997 en la Jornada Mundial de la Juventud en París escuché por primera vez la voz de Dios que me llamaba a la vida sacerdotal. Eso es algo que nunca había considerado antes porque quería casarme. Pero allí descubrí que el sacerdocio es otro tipo de matrimonio".
Tras ingresar al seminario diocesano de Denver, el hermano Ariniello descubrió unos años después que Dios lo llamaba a ser parte de la Comunidad de las Bienaventuranzas, una institución nacida en Francia hace 29 años que también agrupa a religiosas, sacerdotes y matrimonios, originada en el movimiento carismático.
El joven comenta que su comunidad resalta mucho la necesidad de la oración, la presencia de María y la Eucaristía. En su opinión "las nuevas comunidades han nacido para dar mucho fruto en la Iglesia".
Tras su ordenación en Francia en junio del próximo año, volverá a Denver. Eso sí "llevaré mis patines adonde sea que vaya", concluye.