En un encuentro ayer con los representantes del mundo de la cultura, del arte y de la economía en la Basílica de la Salud de Venecia (Italia), el Papa Benedicto XVI resaltó que el Evangelio no es una utopía ni una ideología sino la fuerza de transformación más grande que hay en el mundo.
El Santo Padre ofreció unas reflexiones basándose en tres palabras que "son metáforas sugestivas: tres palabras ligadas a Venecia y, en particular, al lugar en que nos encontramos: la primera es ‘agua’; la segunda es ‘salud’, y la tercera es ‘serenísima’".
Recibe las principales noticias de ACI Prensa por WhatsApp y Telegram
Cada vez es más difícil ver noticias católicas en las redes sociales. Suscríbete a nuestros canales gratuitos hoy:
Comentando el hecho de que Venecia sea "ciudad de agua", Benedicto XVI hizo una propuesta: "Venecia no como ciudad ‘líquida’, sino como ciudad ‘de la vida y de la belleza’".
"Se trata de elegir entre una ciudad ‘líquida’, patria de una cultura que se parece cada vez más a la de lo relativo y lo efímero, y una ciudad que renueva constantemente su belleza, bebiendo de las fuentes benéficas del arte, del saber, de las relaciones entre los hombres y entre los pueblos".
Refiriéndose a continuación a la segunda palabra: ‘salud’, explicó que "la ‘salud’ es una realidad omnicomprensiva, integral: que va del ‘estar bien’ que nos permite vivir serenamente una jornada de estudio y de trabajo, o de vacación, hasta la ‘salus animae’, la salud del alma, de la que depende nuestro destino eterno".
"Jesús ha revelado que Dios ama la vida y quiere liberarla de toda negación, hasta la más radical que es el mal espiritual, el pecado, raíz venenosa que contamina todo. Por eso, al mismo Jesús se le puede llamar ‘Salud" del hombre’".
"Jesús salva al hombre; lo sumerge en esta corriente pura y vivificante que libera al hombre de sus ‘parálisis’ físicas, psíquicas y espirituales; lo cura de la dureza del corazón, de la cerrazón egocéntrica y le hace gustar la posibilidad de encontrarse verdaderamente a sí mismo, perdiéndose por amor de Dios y del prójimo".
En fin, la tercera palabra: "serenísima", el nombre de la República Véneta, que "nos habla de una civilización de la paz, fundada en el respeto mutuo, en el conocimiento recíproco y en las relaciones de amistad". El Papa señaló que "Venecia tiene una larga historia y un rico patrimonio humano, espiritual y artístico para ser capaz también hoy de ofrecer una preciosa contribución y ayudar a los hombres a creer en un futuro mejor y a empeñarse en construirlo".
"Pero para esto no debe tener miedo de otro elemento emblemático, contenido en el escudo de San Marcos: el Evangelio. El Evangelio es la fuerza más grande de transformación del mundo, pero no es una utopía ni una ideología".
Al despedirse, el Papa saludó a la comunidad judía de Venecia, a los musulmanes que viven en esta ciudad, y finalmente a la Iglesia "que aquí peregrina y a todas las diócesis del Trivéneto".
Benedicto XVI bendijo posteriormente la Capilla de la Santísima Trinidad, recientemente restaurada e inauguró los locales de la Biblioteca del "Studium Generale Marcianum".
Desde la Sede del Seminario Patriarcal partió en lancha hacia el aeropuerto Marco Polo de Tessèra, donde tomó el avión de regreso a Roma. Del aeropuerto de Ciampino se trasladó en helicóptero al Vaticano.