El Vicario de Roma, Cardenal Agostino Vallini, recordó al presidir la vigilia de oración mariana de agradecimiento a Dios por la vida del Papa Juan Pablo II, que Cristo era el principio, el centro y la cima de cada uno de los días del Papa Wojtyla.
“Cristo era el sentido y la finalidad de su acción, de Cristo sacaba energías y plenitud de humanidad. Cristo era el principio, el centro y la cima de cada uno de sus días”, explicó el Purpurado la noche del 30 de abril ante miles de peregrinos reunidos en oración por el Beato.
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En su extraordinario impulso de amor por la humanidad, Juan Pablo II “amó con un amor tierno a todos los ‘heridos por la vida’ -como llamaba a los pobres, los enfermos, los sin nombre, los excluidos-, y que con un amor muy singular amó a la gente joven”, indicó.
El Cardenal Vallini recordó a la juventud que para el Beato Wojtyla, los jóvenes eran “la riqueza de la Iglesia y de la sociedad. Les invitaba a prepararse para las grandes decisiones, a mirar hacia adelante con confianza, confiando en las propias capacidades y siguiendo a Cristo y el Evangelio”.
Juan Pablo II “era un convencido de que solo la experiencia espiritual puede llenar al hombre”, fue “defensor firme del hombre y verosímil ante los Estados e instituciones internacionales quienes lo respetaron y rindieron homenaje reconociéndolo como mensajero de justicia y paz”.
El Purpurado recordó que la fe de Juan Pablo II era “arraigada y fuerte, libre de miedos y de compromisos, coherente hasta el último aliento, forjada por las pruebas, la fatiga y la enfermedad, cuya benéfica influencia se ha difundido en toda la Iglesia, más aún, en todo el mundo”, y “un testimonio acogido en todos los lugares, en sus viajes apostólicos, por millones de hombres y mujeres de todas las razas y culturas”.
“Vivió para Dios, se entregó por completo a Él para servir a la Iglesia como una ofrenda sacrificial”.
Concluyó recordando estas palabras del Beato Wojtyla: “El destino de cada hombre y de los pueblos están ligados a Cristo, único liberador y salvador”.