El organizador de los viajes del Papa Juan Pablo II por casi 27 años en más de 130 países, Alberto Gasbarri, comenta que cuando recuerda al Pontífice polaco de manera automática le vienen a la mente las palabras "Padre Santo que estás en los cielos".
En entrevista concedida al diario vaticano L’Osservatore Romano (LOR) para la edición del 30 de abril, Gasbarri explica que "de manera espontánea me refiero en mis oraciones al Papa Wojtyla como ‘Padre Santo’ porque desde el inicio de nuestra relación de amistad lo he llamado así con mucha devoción".
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"Mientras que 'que estás en los cielos' está ligado literalmente al recuerdo de las más de 400 000 audiencias personales que concedió a los miembros de las tripulaciones de los aviones mientras volábamos hacia los lugares que iba a visitar en sus viajes apostólicos".
Al Papa le presentaban a todos uno por uno, "se entretenía con cada uno en cordial coloquio. En esos momentos era más fácil comprender la estatura del hombre, además de la de pastor", comenta.
"Voluntad de hierro" del Papa
Gasbarri, señala que una de las cosas que caracterizaron a Juan Pablo II fue, sin duda, "su voluntad de hierro".
"Cuando tomaba una decisión no había nada que lo hiciera desistir. Fue dificilísimo, para mí, seguirlo en esta actitud" porque con la preparación de los viajes "era necesario tener en cuenta muchísimos detalles y muchas situaciones que contemplar".
Uno de sus primeros recuerdos sobre esta actitud vital del Papa se remonta a 1992, cuando tenía programada una visita a Santo Domingo en República Dominicana para la celebración del V Centenario de la llegada de la fe a América, luego de haber efectuado en junio una visita pastoral a África.
En julio de ese año, el Papa tenía 72 años y fue sometido a una cirugía delicada y ya en recuperación de la misma pidió en el Policlínico Gemelli ver a Gasbarri y otros colaboradores cercanos: "bueno, como ven, ya estoy sentado. Me falta solamente sacar este cinturón de seguridad y luego podemos partir".
"Y no dudó. El 14 de octubre estábamos en Santo Domingo para la gran celebración del V Centenario de la evangelización. Habían pasado poco más de dos meses desde su salida del hospital y se sometió a un programa fulminante tanto así que un cardenal del séquito nos culpó por esto, sobre todo considerando las condiciones físicas del Papa. Pero las citas las decidía él personalmente. Nosotros solamente teníamos que organizarlas".
Además Gasbarri recuerda que "muchos de nosotros no podíamos seguirle el paso, ni siquiera algunos de los más jóvenes del séquito. (Juan Pablo II) tenía una fuerza verdaderamente increíble".
Otro episodio en el que se mostró la "voluntad de hierro" del Papa fue la vez que, en el Jubileo del 2000 en Tierra Santa, expresó su deseo de rezar en el Gólgota. Lo complicado del asunto es que ya se había retirado todas las medidas de seguridad de la ruta, Juan Pablo II, con 80 años encima y diversos problemas de salud, tenía poca movilidad y el acceso en ese lugar no permitía que alguien pudiera ayudar al Papa.
Cuando el ahora Cardenal Stanislaw Dziwisz y entonces secretario personal de Juan Pablo II le dijo que no se podía ir por las razones mencionadas, éste le tomó el brazo y le dijo: "si no voy a rezar al Gólgota no puedo partir de Jerusalén"… así que se pusieron en marcha.
"Llegamos hasta la cima. Con gran dificultad alcanzamos el Santo Sepulcro. Allí viví un momento que nunca olvidaré: el Papa ya casi no caminaba, se sostenía casi a las justas de pie y no podía andar solo. Allí, ante la escalera para llegar a la cima, reunió todas sus fuerzas y tomó el pasamano. Comenzó a subir lentamente. Yo iba antes detrás de él para ayudarlo".
"El fiel comandante de la gendarmería pontificia, Camillo Cibin, iba detrás, listo para socorrerlo en caso de dificultad. He visto entonces el rostro de Juan Pablo II transfigurarse por el sufrimiento a cada paso. Perdí la noción del tiempo que nos tomó subir esos 25 escalones, pero me pareció una eternidad. Para colmo de males en la cima no había ningún reclinatorio".
Gasbarri recuerda que apenas llegó a la cima del Santo Sepulcro, el Santo Padre "cayó de rodillas por el cansancio. Estaba a los pies del altar de mármol del Gólgota y se quedó en esa posición un largo rato, absorto en la oración. No olvidaré nunca esa imagen".
"Ahora cada vez que llega el tiempo de Pascua y pienso en la Pasión de Cristo, veo nuevamente el rostro de Wojtyla mientras subía los escalones del Gólgota. Fue impresionante. Luego de haber rezado dijo: ‘ahora nos podemos ir’".
Gasbarri recuerda también que Juan Pablo II siempre fue cariñoso con todas las personas a las que recibió durante los vuelos. "Sobre todo en los últimos viajes, al ver su rostro fatigado, marcado por la enfermedad y sin embargo con la sonrisa para todos, me venía espontáneamente pensar en la bella oración que nos enseñó Jesús, el Padre Nuestro".
Finalmente el organizador de viajes del Papa, que ahora sirve a Benedicto XVI, señala que en esas ocasiones contemplando a Juan Pablo II le venía a la mente "aquella invocación: ‘Padre Santo que estás en los cielos’. Y es así como amo recordarlo".