El Obispo de San Sebastián (España), Mons. José Ignacio Munilla, afirmó que con su nuevo libro el Papa Benedicto XVI ha hecho "una gran aportación, al recordarnos una verdad olvidada en los últimos años", que la humanidad se ha salvado gracias a la obediencia de Cristo de morir en la cruz.
"Nuestra buena voluntad no basta para alcanzar la salvación. El hombre no es capaz de autorredimirse. La salvación eterna es un don que supera infinitamente nuestra capacidad, aunque requiera la colaboración de la libertad humana. Ha sido la obediencia de Cristo en la Cruz la que nos ha abrazado a todos, nos ha redimido, y la que nos ha elevado a la dignidad de hijos de Dios".
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En su artículo con motivo del fin de la Cuaresma, el Prelado destacó la importancia del libro "Jesús de Nazaret. Desde la entrada en Jerusalén hasta la Resurrección", escrito por el Santo Padre, cuya gran acogida "nos permite prever el influjo beneficioso que pueda ejercer en la teología católica".
Dijo que con su libro, el Papa también afronta en su libro "un error extendido en los últimos años por la teología racionalista: la pretensión de explicar la resurrección de Cristo, desvinculándola de su cuerpo depositado en el sepulcro".
"Es decir, según esta teoría, se podría decir que Cristo resucitó, aunque se encontrara su cadáver (¡!). Se trata de un intento de explicar la resurrección de Cristo de forma ahistórica y desencarnada; que más bien parece confundir la resurrección con la inmortalidad del alma. Estas teorías son inaceptables desde la fe católica, y tienen su razón de ser en determinados prejuicios antropológicos, imposibles de compaginar con las afirmaciones de la Escritura".
"Joseph Ratzinger fundamenta exegéticamente cómo en la Sagrada Escritura el anuncio del sepulcro vacío es inseparable de la noticia de la Resurrección. Más allá de los textos evangélicos tradicionales en los que se da cuenta del sepulcro vacío, Benedicto XVI reflexiona sobre nuevos pasajes".
"Por ejemplo, nos recuerda que en el discurso en el que San Pedro proclama la resurrección de Jesús, se contrapone de forma significativa la figura de David a la de Cristo: ‘David murió y fue sepultado, y su tumba se ha conservado entre nosotros hasta el presente’ (Hch 2, 29). Es decir, la tumba del Resucitado permanece vacía, como no podía ser de otra forma; a diferencia de la de David, que espera la resurrección".
Sobre la resurrección, Mons. Munilla también explicó que es cierto que ella "supera los parámetros de la historia humana, en el sentido de que es un acontecimiento trascendente, en el que la humanidad de Jesucristo es glorificada".
"Pero aunque la Resurrección supere la historia humana, tiene lugar dentro de la misma historia, dejando sus huellas en ella: la piedra corrida, el sepulcro vacío, las vendas en el suelo y los encuentros con el Resucitado".
Finalmente destacó el gesto de Cristo con Santo Tomás luego de la resurrección. "Este gesto es una de las muestras principales de la misericordia del Señor hacia nosotros. El Señor se deja ver y tocar por aquellos que lo habían abandonado".
"A pesar de que la naturaleza de un cuerpo resucitado es inalcanzable para nuestros sentidos, la misericordia del Resucitado le llevó a hacerse perceptible ante los apóstoles", afirmó.