En su discurso esta mañana a los sacerdotes participantes del curso sobre el fuero interno promovido por la Penitenciaría Apostólica en el Vaticano, el Papa Benedicto XVI resaltó el valor pedagógico de la confesión sacramental, tanto para los confesores como para los penitentes.
El Santo Padre dijo que "la misión sacerdotal constituye un punto de observación único y privilegiado desde el que diariamente nos es dado contemplar el esplendor de la Misericordia divina".
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"De la administración del Sacramento de la Penitencia podemos recibir profundas lecciones de humildad y fe. Es un llamado muy fuerte para cada sacerdote a la conciencia de su identidad propia".
"Nunca, solamente, en virtud de nuestra humanidad podríamos escuchar la confesión de nuestros hermanos. Si se acercan a nosotros es solo porque somos sacerdotes, configurados a Cristo Sumo y eterno sacerdote, y por tanto capaces de actuar en su nombre y en su persona, de hacer realmente presente a Dios que perdona, transforma y renueva".
La celebración del Sacramento de la Penitencia, explicó el Papa, tiene por lo tanto "un valor pedagógico para el sacerdote, en orden a su fe, a la verdad y la pobreza de su persona, y alimenta en él la conciencia de la identidad sacramental".
Hablando luego de los penitentes, Benedicto XVI indicó que "ciertamente la Reconciliación sacramental es uno de los momentos en que la libertad personal y la conciencia de sí están llamadas a manifestarse de forma particularmente evidente".
"Quizás es por esto que en una época de relativismo y de consecuente atenuada conciencia del propio ser resulta debilitada también la práctica sacramental. El examen de conciencia tiene un importante valor pedagógico: educa a mirar con sinceridad la propia existencia, a confrontarla con la verdad del Evangelio y a valorarla con parámetros no solo humanos, sino en perspectiva de la Revelación divina".
"La confrontación con los mandamientos, las Bienaventuranzas y sobre todo con el precepto del amor constituye la primera gran escuela penitencial", añadió.
Seguidamente exhortó: "queridos sacerdotes no dejéis de dar oportuno espacio al ejercicio del ministerio de la Penitencia en el confesonario; ser acogidos y escuchados constituye también un signo humano de la acogida y de la bondad de Dios hacia sus hijos".
Al concluir el Papa Benedicto XVI resaltó que "la confesión integral de los pecados, además, educa al penitente a la humildad, al reconocimiento de su fragilidad y al mismo tiempo a la conciencia de la necesidad del perdón de Dios y a la confianza en que la gracia divina puede transformar la vida".