La hermana Ana Alvarado, religiosa peruana de las Hermanas Misioneras de la Inmaculada Concepción que radica Japón, desde hace ocho años, afirmó a ACI Prensa que las comunidades religiosas continuarán con su misión aunque muchos extranjeros opten por dejar el país tras el desastre nuclear de Fukushima.
En comunicación con ACI Prensa el 18 de marzo, la religiosa explicó la dramática situación de los miles de japoneses evacuados que llegaron a la diócesis de Saitama, ubicada a unos 180 kilómetros al sur de Fukushima y a 70 kilómetros de Tokio.
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En Saitama "hemos optado por acoger a familias damnificadas. Nosotros también tenemos afectados pero no tantos como nuestros hermanos del norte, es por eso que se ha mandado un comunicado a todas las parroquias, conventos y a todos los feligreses pidiendo alojamiento para los damnificados de la diócesis de Sendai", cuyos centros de evacuación ya están al máximo de su capacidad.
La religiosa, encargada de la pastoral latina en Saitama, explicó que hay mucho temor entre la población por las explosiones de la planta nuclear de Fukushima y esto multiplica el número de desplazados que huye de la región afectada.
"He recibido muchas llamadas de peruanos que han decidido regresar a Perú a causa de la situación, desde ayer (17 de marzo) estoy acompañando a algunas personas a tramitar sus documentos o ir a los hospitales para recoger sus resultados y llevarlos a Perú para continuar sus tratamientos en su país", afirma.
La hermana Ana reconoce que la realidad es difícil, pero asegura que "más que nunca siento que mi misión está aquí, ahora. Acompañar a las personas que se quedan y desprenderme de las personas que se van, dentro de ellos muchos líderes de nuestras parroquias, espero que la experiencia de fe que han vivido aquí la puedan compartir vayan donde vayan".
La religiosa destacó la solidaridad y prontitud de la comunidad católica latina en Saitama, donde muchos están dispuestos a acoger a familias del norte. El Obispado está elaborando un plan de acción comenzar el traslado de las familias damnificadas.
"Es lo que podemos hacer por ahora como Iglesia. Ya con la experiencia de hace dos años cuando empezó la crisis económica mundial, nuestras parroquias abrieron sus puertas y corazones para acoger a muchos hermanos que se quedaron sin trabajo y sin un lugar donde vivir", recuerda la religiosa.
La hermana Ana asegura que el inicio de esta Cuaresma "va a quedar grabado en nuestros corazones, junto con Cristo estamos viviendo el Via Crucis camino al Calvario pero confiados de que el final llega la resurrección con Él".
Las Misioneras de la Inmaculada Concepción tienen 21 religiosas en Japón, ocho de ellas viven en Fukushima, donde permanecen a cargo de una escuela donde están terminando el año escolar.
"Al ver los noticieros, es verdad que hay imágenes muy duras y tristes, pero al escuchar a la gente agradecer por estar vivos y ver la alegría en sus rostros por saber que uno de sus familiares, vecinos o amigos está vivo, las lágrimas no paran de cesar en nosotras", sostiene.
La hermana Ana explicó que "Japón es visto como un país poderoso, rico y con mucha tecnología, pero el corazón de Japón solo lo vemos con el corazón".
"En todas las entrevistas de televisión la gente dice ‘Gambarimasu’ (NDR: expresión coloquial japonesa para darse ánimo a uno mismo). Yo siento que en esta frase mucha gente expresa su esperanza. Por supuesto que para ellos es doloroso ver que han perdido todo lo material pero la alegría de estar vivos es más fuerte".