Una religiosa de las Misioneras de Cristo Jesús aseguró desde Japón que las congregaciones acompañan el dolor de los japoneses por la devastación del sismo y tsunami del 11 de marzo con "silencio respetuoso" y procuran dar esperanza con su opción por la vida.
La agencia Ivicon de la Conferencia Española de Religiosos (CONFER) difundió este 16 de marzo una carta de la hermana Celia Fernández, que vive en Nagareyama, Chiba, "lejos de la costa y a varios cientos de kilómetros de la zona más devastada. Aquí sufrimos el terremoto (el más fuerte experimentado por mí en los más de 30 años de misionera en Japón) y sufrimos algunas de sus consecuencias pero son poca cosa si lo comparamos con lo que vemos en TV".
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"La Diócesis de Sendai que es la que ha sufrido todo el peso de esta catástrofe cuenta que algunas de sus iglesias han sufrido derrumbamientos y desperfectos… pero son pocas. Una religiosa de esa zona informa que todas las hermanas de las 13 congregaciones femeninas repartidas en 31 casas están bien. El Obispado nos dice que un misionero canadiense ha muerto de un ataque al corazón provocado por el seísmo".
"La Diócesis vecina, Saitama, también informa de desperfectos en sus iglesias, y de algunos fieles que han tenido que dejar sus casas y utilizar los refugios. En Tokio una parroquia ofrece ayuda psicológica y espiritual para hacer frente al stress de estos momentos. Eso es todo".
"Por las calles transitan menos coches ya que no se puede comprar gasolina. Los trenes también funcionan bajo mínimos. En los supermercados las estanterías están vacías y la gente, toda, lo acepta sin quejas ni estridencias… es nuestro modo de solidarizarnos con los que están sufriendo mucho más que nosotras".
"Vuelvo a mis pensamientos sobre la Iglesia y la vida religiosa en Japón tan minoritaria ¿qué hace en estos momentos? ¿Cómo afronta la tragedia? la únicas imágenes que acuden a mi mente son la de la sal y la levadura en medio de todos, sencillamente, viviendo y sufriendo juntos"
"La vida religiosa por aquí no tiene poder, desde abajo, como todos, con todos, va aprendiendo y enseñando, dando y recibiendo… compartiendo. Esta es la imagen de Iglesia y de la vida religiosa que también ahora, en medio de la tragedia, sigue válida. Somos vecinos de la gente, sin más privilegio que esa luz de esperanza que la fe pone en nuestro corazón".
"Decía ayer por televisión una señora: ‘lo he perdido absolutamente todo. Sólo me queda la vida… pero tal vez hubiera sido mejor perderla también’ ¡Si pudiéramos estar cerca de estos agujeros de desesperación callada para dar la mano!"
"Esa es nuestra humilde misión: optar por la vida, acompañar esperanzadamente. En cada parroquia, en cada comunidad, estar con las puertas abiertas, ofrecer, esperar… el anuncio del Evangelio en Asia se hace no a gritos sino en susurro… como se dijo hace bastante tiempo. Y ahora, tal vez ni eso… ahora es tiempo de silencio respetuoso, dolorido para acompañar el sufrimiento que nos rodea", concluye.