En la Audiencia General de hoy, el Papa Benedicto XVI habló sobre el gran místico del siglo XVI San Juan de la Cruz, quien muestra con su ejemplo que la purificación del alma es un trabajo de Dios y que si uno se deja amar por Cristo puede soportar con alegría el peso de la vida cotidiana.
En el Aula Pablo VI el Papa recordó que San Juan fue "amigo espiritual de Santa Teresa de Jesús, reformador, junto con ella, de la familia religiosa Carmelita, proclamado Doctor de la Iglesia por el Papa Pío XI en 1926 y apodado en la tradición Doctor mysticus, ‘Doctor místico’".
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Nacido en Fontiveros, cerca de Ávila, en 1542, de una familia pobre, ingresó como carmelita en Medina del Campo. En 1567 fue ordenado sacerdote. Con motivo de la celebración de su primera misa se encontró por primera vez con Teresa, que "le expuso su plan de reforma del Carmelo".
Al renovar su profesión religiosa adoptó el nombre "de la Cruz". San Juan colaboró estrechamente con ella en la reforma, "lo que le supuso graves sufrimientos", llegando incluso a ser encarcelado por una acusación injusta.
Mientras se preparaba para viajar a México, enfermó gravemente y murió en diciembre de 1591. Fue beatificado por Clemente X en 1675 y canonizado por Benedicto XIII en 1726.
El Papa Benedicto XVI explicó que San Juan de la Cruz "es considerado uno de los poetas líricos más importantes de la literatura española. Sus obras más conocidas son cuatro: ‘Subida al Monte Carmelo’, ‘Noche oscura’, ‘Cántico espiritual’ y ‘Llama de amor viva’".
"En el ‘Cántico espiritual’, San Juan presenta el camino de purificación del alma. En ‘Llama de amor’ describe con detalle el estado de la unión transformadora con Dios. La ‘Subida al Monte Carmelo’ presenta el itinerario espiritual desde el punto de vista de la purificación progresiva del alma, necesaria para escalar la cumbre de la perfección cristiana, simbolizada por la cima del Monte Carmelo".
El Papa señaló que "la ‘Noche oscura’ describe el aspecto ‘pasivo’, es decir, la intervención de Dios en el proceso de ‘purificación’ del alma. El esfuerzo humano, de hecho, es incapaz por sí mismo de llegar a las raíces profundas de las inclinaciones y de los hábitos malos de la persona: sólo las puede frenar, pero no desarraigarlas por completo. Para ello, necesita la acción especial de Dios, que purifica radicalmente el espíritu y lo dispone a la unión de amor con Él".
"El ritmo de crecimiento de la fe, la esperanza y la caridad va en paralelo con la obra de purificación y con la unión progresiva con Dios, hasta transformarse en Él. Cuando se llega a esta meta, el alma se sumerge en la misma vida trinitaria. Por eso, el Doctor místico sostiene que no existe una verdadera unión de amor con Dios si no culmina en la unión con la Trinidad".
El Papa cuestionó luego si la vida de San Juan de la Cruz tiene algo que decir al cristiano normal en su vida cotidiana o si es un ejemplo para pocas almas selectas que pueden seguir este camino de purificación, de ascesis mística.
"El camino con Cristo, el ir con Cristo, ‘la Vía’, no es un peso añadido al ya suficientemente duro peso de nuestra vida; es algo totalmente diverso; es una luz, una fuerza que nos ayuda a llevar este peso".
"El dejarse amar por Cristo es la luz que nos ayuda a llevar el peso cotidiano. Y la santidad no es una obra nuestra, muy difícil, sino que es esta ‘apertura’: abrir las ventanas de nuestra alma para que la luz de Dios pueda entrar, no olvidar a Dios porque en la apertura a su luz se encuentra fuerza, se encuentra la alegría de los redimidos".
El Papa alentó a pedir "al Señor que nos ayude a alcanzar la santidad, a dejarnos amar por Dios, que es la vocación de todos nosotros y la verdadera redención".
En su síntesis en español, el Papa dijo que San Juan de la Cruz enseña que "para llegar a la unión de amor con Dios hay que purificarse de todo afecto desordenado. Pero este proceso, aunque exige la colaboración del hombre, es obra de Dios, ya que el ser humano por sus propias fuerzas es incapaz de realizarlo. En cambio, mediante la fe, esperanza y caridad, se dispone a la acción de Dios, amándolo con el mismo amor con que Él lo ama".
"Siguiendo las enseñanzas de San Juan de la Cruz, os exhorto a que recorráis el camino hacia la santidad, a la que el Señor os ha llamado con el bautismo, abriendo vuestro corazón al amor de Dios y dejándoos transformar y purificar por su gracia. Muchas gracias", concluyó.