Tras el anuncio de la próxima beatificación del Papa Juan Pablo II, el Cardenal Jozef Tomko, Prefecto Emérito de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, reveló que en sus viajes Karol Wojtyl tenía tanto que hacer que su generosidad lo llevaba a dormir muy poco.
En una entrevista publicada por el diario vaticano L’Osservatore Romano este 18 de enero, el Cardenal recuerda de manera particular un largo viaje de 16 días que llevó al Papa peregrino por Bangladesh, Singapur, Fiji, Nueva Zelanda Australia y Seychelles.
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"Luego de varias noches, cuando una mañana lo encontré en Canberra (Australia) y le pegunté si es que había dormido, me respondió con una sonrisa: ‘sí, la primera noche’".
El Cardenal Tomko recuerda además a otro compañero de los viajes del Santo Padre, el fallecido Cardenal Agostino Casaroli, quien también fue Secretario de Estado Vaticano.
Este Purpurado "que era un hombre ingenioso, bromeaba sobre la ‘división del trabajo’ entre el Papa y nosotros los que formábamos su séquito: ‘¡El Papa trabaja y nosotros nos cansamos!"
Para Juan Pablo II, prosigue el Cardenal Tomko, estos viajes eran "’peregrinaciones al santuario del pueblo de Dios’. Él nunca dudó en visitar más veces cada continente, pero sí es cierto que los viajes a los países de misión, diseminados en diversas latitudes, eran los más difíciles".
El Prefecto Emérito de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos relata también su experiencia ante la muerte de Juan Pablo II el 2 de abril de 2005. Aquella noche "apenas supe la noticia llegué a visitar el cuerpo de este gigante de la historia, aún en su lecho de dolor, con la majestuosa paz de la muerte en su rostro".
"Me arrodillé, recé brevemente, tomé su mano, aquella mano que sentí sobre mi cabeza y la besé devotamente. Era la mano de mi padre en el Espíritu. Ciertos lazos invisibles no se rompen nunca", aludiendo a la ordenación episcopal que recibió de él en septiembre de 1979.
Ahora con la noticia de la próxima beatificación, el Cardenal afirma que "tengo la alegría de ver realizado el deseo de aquella multitud oceánica que en sus funerales reclamaba ‘¡Santo súbito!’ (¡Santo ya!). El viento que admirablemente volteaba las páginas del Evangelio sobre el ataúd de Juan Pablo II sopla todavía. Su obra permanece y da frutos. Pedro sigue viviendo en sus sucesores como Cristo vive en su Iglesia".