Al presidir la Misa por la Solemnidad de María Madre de Dios en ocasión de la 44° Jornada Mundial de la Paz, el Papa Benedicto XVI rezó por la paz en todo el mundo y para que se supere todo tipo de guerra y violencia.
En su homilía en la Basílica de San Pedro el 1 de enero, el Santo Padre señaló que la Iglesia pide al Señor "que bendiga el nuevo año apenas comenzado, con la conciencia de que ante los trágicos acontecimientos que marcan la historia, ante las lógicas de guerra que por desgracia aún no están superadas del todo, sólo Dios puede tocar en lo profundo el alma humana y asegurar esperanza y paz a la humanidad".
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"Es una tradición consolidada, que el primer día del año la Iglesia, esparcida por todo el mundo, eleve una oración conjunta para invocar la paz. Es bueno comenzar una nueva etapa del camino poniéndose con decisión en el camino de la paz. Hoy queremos recoger el grito de tantos hombres, mujeres, niños y ancianos víctimas de la guerra, que es el rostro más horrendo y violento de la historia".
"Hoy rezamos para que la paz, que los ángeles anunciaron a los pastores la noche de Navidad, pueda llegar a todas partes. Por eso, especialmente con nuestra oración, queremos ayudar a todo hombre y a todo pueblo, en particular a cuantos tienen responsabilidad de gobierno, a caminar de modo cada vez más decidido en el camino de la paz".
Comentando el título de Madre de Dios atribuido a la Virgen, el Santo Padre señaló que "subraya la misión única de la Virgen Santa en la historia de la salvación: misión que está en la base del culto y de la devoción que el pueblo cristiano le reserva. María de hecho no recibió el don de Dios sólo para sí misma, sino para traerlo al mundo. En nombre de María, Madre de Dios y de los hombres, desde el 1 de enero de 1968 se celebra en todo el mundo la Jornada Mundial de la Paz".
Tras recordar el tema del Mensaje de 2011 para dicha Jornada: "La libertad religiosa, camino para la paz", el Papa subrayó que "la paz es don de Dios, y también un valor humano que hay que realizar en el plano social y político, pero que hunde sus raíces en el misterio de Cristo".
"El mundo necesita a Dios. Necesita valores éticos y espirituales, universales y compartidos, y la religión puede ofrecer una preciosa contribución en su búsqueda, para la construcción de un orden social e internacional justo y pacífico".
La libertad religiosa, resaltó el Papa, "es un elemento imprescindible de un Estado de derecho; no se puede negar sin dañar al mismo tiempo los demás derechos y libertades fundamentales, pues es su síntesis y su cumbre".
"La humanidad no puede mostrarse resignada ante la fuerza negativa del egoísmo y de la violencia; no debe acostumbrase a conflictos que provocan víctimas y ponen en riesgo el futuro de los pueblos. Frente a las tensiones amenazadoras de este momento, especialmente frente a las discriminaciones, a los abusos y a las intolerancias religiosas, que hoy afectan de modo particular a los cristianos, dirijo una vez más una invitación apremiante a no ceder al desaliento y a la resignación".
Finalmente el Papa exhortó a "rezar para que lleguen a buen fin los esfuerzos emprendidos desde muchas partes para promover y construir la paz en el mundo. Para esta difícil tarea no son suficientes las palabras; es necesario el compromiso concreto y constante de los responsables de las naciones, pero sobre todo es necesario que cada persona esté animada por un auténtico espíritu de paz, que hay que implorar siempre de nuevo en la oración y que hay que vivir en las relaciones cotidianas, en todos los ambientes".