En la homilía de la Misa celebrada en la Catedral local con ocasión de celebrarse el 27 de noviembre la Vigilia por la Vida Naciente Mons. Javier Martínez, Arzobispo de Granada, explicó que si bien el aborto es un crimen, toda mujer que se somete a esta práctica necesita experimentar la misericordia y el perdón sin límites de Dios.
El Prelado destacó la iniciativa del Papa Benedicto XVI de dedicar un día a la vida del niño por nacer y destacó que "es obvio que la oración por la vida naciente tiene en nuestro mundo una urgencia particular, por la sencilla razón de que el aborto es la mayor causa de víctimas, y de víctimas inocentes, que hay en nuestra tierra en este momento"
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Esta celebración, dijo el Arzobispo, permite recordar "el hecho de la dignidad de la vida humana, del valor sagrado de toda vida humana, de la condición humana como una vocación especialísima de Dios para cada hombre".
"Muchas veces, digamos, que el derecho a la vida es algo que forma parte del derecho natural, y es cierto, pero nuestra verdadera naturaleza y vocación sólo se ilumina a la luz de Cristo, y de hecho, sólo en ambientes donde la cultura está entretejida con la sabia de la vida que brota de la Pascua, de la vida cristiana", dijo Mons. Martínez.
Más adelante se refirió a la misión de los padres que son "partícipes entonces del Dios creador de un modo misterioso, porque el hijo de vuestras entrañas no es alguien destinado a morir y a ser olvidado, es alguien destinado a vivir para siempre participando de la comunión del Dios trino, del amor infinito e inmortal de Dios".
Asimismo consideró necesario comprender que el afecto a la vida y al ser humano desde el momento de su concepción hasta su muerte natural tiene que ver con la profesión de fe en Cristo.
El Arzobispo de Granada se refirió a la tragedia del aborto y recordó que "somos cristianos porque estamos a favor de la vida porque conocemos la vida eterna, la única razón consistente y sólida. Sé que estoy hecha para ella, igual que un niño, igual que el embrión más pequeño".
Hablando de las mujeres que se han sometido a un aborto, el Prelado dijo que "estar a favor de la vida no nos convierte en jueces para echar sufrimiento a quien tiene una de las heridas más grandes que se pueden tener en este mundo… Sabemos que el aborto es un crimen, por supuesto, pero ante una mujer que ha abortado hay que arrodillarse. Necesita experimentar la misericordia de Dios sin límites".
Finalmente señaló que "tomarse en serio la apertura a la vida significa tomarse en serio lo que significa ser una comunidad cristiana, ser miembros de la Iglesia, del Cuerpo de Cristo, inmediatamente rompe el individualismo en el que somos educados".