En la audiencia general de hoy el Papa Benedicto XVI habló sobre Santa Juliana de Cornillon, que contribuyó a la institución de la solemnidad del Corpus Christi. De ella, explicó, se puede aprender el profundo amor a Cristo en la Eucaristía con quien todo fiel debe encontrarse en la Misa dominical y en la adoración eucarística para transformar con el amor la propia vida.
En la Plaza de San Pedro y ante miles de fieles presentes, el Papa refirió que nacida cerca de Lieja (Bélgica), a finales del siglo XII, huérfana a los cinco años, Juliana "fue confiada al cuidado de las religiosas agustinas del convento-leprosería de Mont-Cornillon", tomando más tarde el habito agustino y llegando a ser priora del mismo.
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El Pontífice explicó que Santa Juliana "poseía una notable cultura y un sentido profundo de la presencia de Cristo, que experimentaba viviendo de modo particularmente intenso el Sacramento de la Eucaristía".
A los 16 años tuvo una visión que la llevó a comprender la necesidad de instituir la fiesta del Corpus Cristi, "para que los creyentes adoraran la Eucaristía para aumentar su fe, avanzar en la práctica de las virtudes y reparar las ofensas al Santísimo Sacramento".
Juliana "confió la revelación a otras dos fervientes adoradoras de la Eucaristía" y las tres "establecieron una especie de ‘alianza espiritual’, con el propósito de glorificar el Santísimo Sacramento".
Benedicto XVI señaló que el obispo de Lieja, Robert de Thourotte, tras algunas dudas iniciales, aceptó la propuesta de Juliana y sus compañeras, e instituyó por primera vez, la solemnidad del Corpus Christi en su diócesis. Más tarde, otros obispos lo imitaron, estableciendo la misma fiesta en los territorios confiados a sus cuidados pastorales.
Juliana, dijo el Papa, "tuvo que sufrir la fuerte oposición de algunos miembros del clero y del mismo superior del que dependía su monasterio. Entonces, decidió dejar el convento de Mont-Cornillon con algunas compañeras, y durante diez años, de 1248 a 1258, vivió en distintos monasterios de monjas cistercienses", mientras "continuaba difundiendo con devoción el culto eucarístico. Murió en 1258, en Fosses-la-Ville, Bélgica".
El Santo Padre recordó que el Papa Urbano IV, en 1264, quiso instituir la solemnidad del Corpus Christi como fiesta de precepto para la Iglesia universal, el jueves después de Pentecostés. Para dar personalmente ejemplo, celebró esta solemnidad en Orvieto, ciudad en la que vivía entonces. En la catedral de esta ciudad se conserva el famoso corporal con las huellas del milagro eucarístico ocurrido en 1263, en Bolsena.
"Urbano IV pidió a uno de los más grandes teólogos de la historia, Santo Tomás de Aquino –que acompaña al Papa en ese momento y se encontraba en Orvieto–, que compusiera los textos del oficio litúrgico de esta gran fiesta, para expresar alabanza y gratitud al Santísimo Sacramento".
El Papa dijo que "a pesar de que tras la muerte de Urbano IV, la celebración de la fiesta del Corpus Christi se limitaba a algunas regiones de Francia, Alemania, Hungría y del norte de Italia, el Papa Juan XXII, en 1317, la extendió a toda la Iglesia".
Benedicto XVI exclamó luego: "¡Quisiera afirmar con alegría que hoy en la Iglesia hay una ‘primavera eucarística’: Cuántas personas rezan en silencio ante el sagrario, manteniendo una conversación amorosa con Jesús!"
Es reconfortante, añadió, "saber que muchos grupos de jóvenes han vuelto a descubrir la belleza de la adoración a la Santísima Eucaristía. Rezo para que esta ‘primavera eucarística’ se extienda cada vez más en todas las parroquias, especialmente en Bélgica, la patria de Santa Juliana".
Finalmente el Papa Benedicto XVI invitó a "renovar, recordando a santa Juliana de Cornillon, nuestra fe en la presencia real de Cristo en la Eucaristía ¡La fidelidad al encuentro con Cristo Eucarístico en la Santa Misa dominical es fundamental para el camino de fe, pero tratemos también de visitar con frecuencia al Señor presente en el sagrario! Precisamente mediante la contemplación en adoración, el Señor nos atrae hacia sí, nos hace penetrar en su misterio, para transformarnos como transformó el pan y el vino".
En su saludo en español, el Santo Padre se dirigió de manera particular a los miembros "de la Federación Mundial de las Obras Eucarísticas de la Iglesia, a los misioneros del Verbo Divino, así como a los demás grupos provenientes de España, El Salvador, Venezuela y otros países latinoamericanos. Siguiendo el ejemplo y enseñanza de Santa Juliana de Cornillon, os invito a ser fieles al encuentro con Cristo en la Misa dominical y a la adoración del Santísimo Sacramento, para experimentar el don de su amor. Muchas gracias".