El Arzobispo de Buenos Aires y Primado de la Argentina, Cardenal Jorge Mario Bergoglio, llamó a los obispos de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) a pedirle al Señor "para cada uno de nosotros crecer y consolidarnos en nuestro servicio al pueblo de Dios con un corazón manso".

En la homilía de la Misa de apertura de la 100° asamblea plenaria de la CEA celebrada este lunes, el Cardenal señaló que pedirle mansedumbre a Dios "no agrede ni menosprecia a ninguno de los pequeños del Reino, la mansedumbre que, como hija de la caridad, es paciente, es servicio, no es envidiosa, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, sino que se regocija con la verdad; todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta".

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El Arzobispo recordó a los demás obispos que "fuimos elegidos para ayudar a nuestros hermanos a que –junto con nosotros– sean un pueblo pobre y humilde que se refugie en el nombre del Señor".

"En el ejercicio de esta elección del Señor para conducir, santificar y enseñar, se nos pide que tengamos cuidado de no desgajarnos de Él, de no escandalizarlo, de no convertirnos en jefes y patrones extraños a ese pueblo fiel, al estilo del que denuncia el Profeta: 'Jefes que son leones rugientes, jueces que son lobos nocturnos que no dejan nada para roer a la mañana; profetas fanfarrones, hombres traicioneros; sacerdotes que han profanado las cosas santas y han violado la ley; injustos que no conocen la vergüenza", advirtió.

El Cardenal Bergoglio sostuvo luego que "en la medida en que mantengamos nuestra pertenencia a ese pueblo fiel que camina confiado abandonado en Dios, no caeremos en estas actitudes que son, precisamente las que escandalizan".

"Este modo de proceder que se nos pide nos refiere a la virtud de la mansedumbre pastoral. Esa mansedumbre no es una mera actitud psicológica sino un fruto del Espíritu Santo y ha de ser un rasgo propio de los pastores".

San Pablo, concluyó el Arzobispo, "se la recomendaba a Timoteo: el pastor no debe tomar parte en las querellas. Por el contrario, tiene que ser amable con todos, apto para enseñar y paciente con las pruebas. Los pastores que aman a su pueblo, como buenos cristianos, muestran siempre una serena mansedumbre en su constancia y fortaleza", concluyó.