El Observador Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, Mons. Francis Chullikatt, aseguró ante este organismo que aliviar la pobreza extrema de millones de personas en el mundo "no debe ser considerado como un acto de caridad, sino más bien como una obligación de la comunidad internacional".
Ante la Segunda Comisión de la Asamblea General de la ONU, el Arzobispo llamó la atención sobre la difícil situación de los millones de personas que viven en extrema la pobreza y consideró un insulto que, a pesar de todos los avances sociales y económicos, muchos se vean privados de alimentación, agua potable, saneamiento, atención básica de salud y vivienda.
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Con tantos medios disponibles para la erradicación de la pobreza, consideró dudoso que exista una voluntad para hacerlo.
Mons. Chullikatt hizo un llamamiento a los países donantes a la solidaridad descrita por el Papa Juan Pablo II "no como un sentimiento de vaga compasión o la emoción superficial por los males de tantas personas [sino como] la firme y perseverante determinación de comprometerse en la lucha por el bien común".
La solidaridad internacional, dijo citando al Papa Pablo VI, nace de Dios que "ha destinado la tierra y todo lo que para el uso de todos los seres humanos y los pueblos, de modo que los bienes creados deben fluir en las manos de todos".