El Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, Mons. José María Arancedo, dedicó su alocución semanal por radio al tema del aborto y lamentó que ante presiones de grupos minoritarios que pugnan por despenalizarlo en el país se presente como un "derecho" de la mujer, cuando no lo es, al que la sociedad debería garantizar con sus leyes.
Tras explicar que la persona humana existe desde la concepción y que el embrión no es un "fragmento de la madre" sino que es un "nuevo ser perfectamente individualizado con su propio ADN" el Prelado resaltó que por más dramática que sea una situación en particular "no se puede alterar o desconocer lo que es propio de cada ser en cuanto sujeto de derechos. Para este ser ya concebido su primer derecho es, precisamente, el derecho a la vida".
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"Esto no es quitar un derecho a alguien, sino defender el derecho de alguien", precisó.
El Arzobispo insistió luego en que "a la sabiduría de la ley le corresponde tutelar esta verdad que hace a la dignidad de todo ser humano. Esto no depende de una creencia religiosa sino de una realidad que, por su misma naturaleza humana y científica, reclama principios éticos que comprometen el ordenamiento jurídico de la sociedad. Estamos ante un hecho que trasciende lo individual o privado, porque está en juego tanto la vida de una persona como la cultura de una sociedad".
Luego de destacar "la serenidad y la firmeza" que tuvo el médico y político uruguayo Tabaré Vázquez, quien siendo presidente del Uruguay vetó la ley de aborto, el Arzobispo llamó la atención sobre un dato saltante: "en los países que se ha liberalizado el aborto, estos han aumentado", como "en los Estados Unidos, en los primeros diez años, se triplicó y la cifra se mantiene, para concluir, la costumbre se instaló".
"Qué triste e injusto es escuchar: ‘la costumbre se instaló’, que equivale a decir, se ha instalado una cultura. La ley que penaliza el aborto tiene, por ello, una razón preventiva y pedagógica, en cuanto tutela y defiende el valor de la vida. Por ello va a concluir: ‘El verdadero grado de civilización de una nación se mide por cómo se protege a los más necesitados’", continuó.
El Arzobispo señaló que "si partimos del hecho comprobado científica y filosóficamente de que el óvulo fecundado inaugura una vida nueva que ya no es un fragmento del padre o de la madre, debemos concluir que las prácticas abortivas son injustificables e injustas y, por lo mismo, no son un derecho. Tampoco se puede argüir desde la libertad de decisión de la mujer, porque se viola el derecho de un ser vivo que ya es una persona".
"En nombre de la libertad de quien tiene poder y voz, no se puede negar el derecho de quien no tiene la posibilidad de hacerse oír. Aquí entra el sentido y la finalidad de la ley, como un principio de equidad que debe regir la vida de la sociedad", concluyó.