Al final de la Audiencia General, Benedicto XVI recibió al Bureau de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa con motivo del 60° aniversario de la Convención Europea sobre Derechos Humanos, y les pidió desarrollar estos derechos a partir de principios universales libres de los peligros del relativismo.
El Papa se refirió a los temas que ocupan la atención de la Asamblea, como "la situación de las personas que viven en circunstancias especialmente difíciles o están sometidos a graves violaciones de su dignidad".
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La Convención compromete a los estados miembros del Consejo de Europa “a promover y defender la dignidad inviolable de la persona humana”.
En ese sentido, el Santo Padre citó en particular a "los discapacitados, los niños que sufren violencia, los inmigrantes, los refugiados, los más afectados por la actual crisis económica y financiera, las víctimas del extremismo o de nuevas formas de esclavitud como la trata de personas, el tráfico de drogas y la prostitución, (...) las víctimas de la guerra y las personas que viven en las democracias frágiles".
Benedicto XVI citó también los esfuerzos de ese organismo "por defender la libertad religiosa y oponerse a la violencia y la intolerancia contra los creyentes en Europa y en todo el mundo".
"Teniendo en cuenta el contexto de la sociedad actual en que diferentes pueblos y culturas entran en contacto, es imprescindible desarrollar la validez universal de estos derechos, así como su intangibilidad, inalienabilidad e indivisibilidad”, señaló el Papa.
El Santo Padre recordó que en diferentes ocasiones ha señalado “los riesgos asociados con el relativismo en el ámbito de los valores, derechos y deberes”.
Explicó que si estos “careciesen de un fundamento objetivo racional, común a todos los pueblos, y se basasen exclusivamente en las culturas particulares, las decisiones legislativas o las sentencias judiciales, ¿cómo podrían ofrecer una base sólida y duradera para las instituciones supranacionales como el Consejo de Europa? ¿Cómo podría entablarse un diálogo fructífero entre las culturas sin valores comunes, sin derechos estables, sin principios universales entendidos de la misma manera por todos los Estados miembros del Consejo de Europa?”.
Benedicto XVI recordó que “estos valores, derechos y deberes tienen su origen en la dignidad natural de cada persona, algo que es accesible a la razón humana. La fe cristiana no impide, sino que favorece esta búsqueda, e invita a buscar una base sobrenatural para esta dignidad”.
Finalmente, manifestó su convicción de que estos principios, "mantenidos fielmente, sobre todo cuando se trata de la vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural, con el matrimonio -enraizado en el don de la entrega exclusiva e indisoluble entre un hombre y una mujer- y la libertad de religión y educación, son condiciones necesarias, si queremos responder adecuadamente a los desafíos decisivos y urgentes que la historia presenta.