Continuando con las reacciones por los cien años del nacimiento de la Madre Teresa, Mons. Leo M. Maasburg, quien por años fue su consejero, confesor e intérprete, afirmó que la fundadora de las Misioneras de la Caridad "era una misionera de un amor sin confines" que con su vida enseñó que era "el lápiz en la mano de Dios".
Mons. Maasburg, actual Director Nacional de las Obras Misionales Pontificias en Austria, ha plasmado los momentos vividos junto a la Beata en un libro que será publicado pronto en diez lenguas.
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En un breve texto hecho llegar a la agencia Fides, el Prelado afirmó que la Madre Teresa vivió el mandamiento del amor como lo hicieron los apóstoles enviados por Cristo: sin confines en su extensión geográfica y sin confines en su profundidad espiritual.
Dijo que un ejemplo de cómo la religiosa llevaba a cabo la misión, se dio cuando envió a las misioneras de la caridad a Etiopía, donde el régimen dictatorial le preguntó cómo pensaba realizar su labor.
"Su respuesta fue: ‘El tierno amor y el cuidado que dedicaremos a los más pobres entre los pobres de vuestro país serán una prueba del amor de Dios mismo hacia ellos’. La Madre Teresa jamás criticaba la fe de los demás, sino que a través de su ejemplo los atraía a la suya", recordó Mons. Maasburg.
El entonces confesor de la Beata indicó que "cualquier cosa que ella hacía era ‘obra de Él’, no consideraba ninguna de sus obras un mérito propio. Ella era ‘el lápiz en la mano de Dios’. En la mano de un Dios que estaba escribiendo una carta de amor al mundo".
Sin embargo, como otros santos, la Madre Teresa también experimentó la "noche del alma".
"El camino hacia la profundidad espiritual para Madre Teresa asumió un giro inesperado y dramático. En una ‘noche del alma’ que duraba desde hacía décadas, Jesús le hizo participar en modo místico, pero al mismo tiempo muy real, a Su sufrimiento y al abandono de Dios en la cruz", explicó Mons. Maasburg.
Indicó que mientras las Misioneras de la Caridad "se extendía a todo el mundo, ella, a través de una lejanía de Dios vivida en modo muy angustioso, experimentaba el dolor de la sed de amor y de un amor que no sentía correspondido".
Sin embargo, añadió el Prelado, sirviendo a los más pobres entre los pobres, la Madre Teresa "se dio cuenta de que el lugar donde la sed de amor de Jesús puede ser placada, son los hambrientos, los sedientos, los desnudos y los desamparados – en una palabra: ‘Jesús vestido como el más pobre entre los pobres’".
"Anticipando la globalidad de la igualdad entre pobres y ricos, en esta mujer minúscula se demuestra la misión de toda la Iglesia y la vocación de cada hombre, independientemente de la raza y de la religión, del color y de la ideología: ‘a ser hijos de Dios, creados para amar y para ser amados’", afirmó.