El P. Víctor Manuel Fernández, a cargo del Rectorado de la Universidad Católica Argentina, pidió "no ser superficiales con el tema del aborto", y pensar a fondo, porque "si sólo tiene derechos el ya ‘desarrollado’" no hay argumento sólido para "otorgar un carácter indiscutible a los derechos humanos de los más débiles".
Según el experto, "un feto corre el riesgo de ser menospreciado, como sucede con todo lo pequeño y aparentemente inútil" pese a que "la genética indica que el ADN del óvulo recién fecundado contiene todas las características que tendrá ese humano adulto".
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"Si el justificativo para eliminarlo es su incompleto desarrollo, esto concede plenos poderes a los fuertes para eliminar a los menos desarrollados. De hecho, en la colonización de América algunos se sentían autorizados a matar a los indígenas porque no parecían plenamente humanos. Recordemos a los nazis, cuando señalaban razas de menor calidad que se podían destruir. Igualmente, hay quienes invitan a eliminar a los discapacitados porque no están completamente desarrollados. Pero no son los desarrollados los que deciden quién es humano y quiénes no tienen derecho a la vida", explicó en un artículo publicado en el diario La Nación bajo el título "La defensa de los que tienen menos poder".
El sacerdote recordó que "la defensa de la vida humana requiere fundamentos inquebrantables y jamás sujetos a discusión, para asegurarnos de que no se repetirán las diversas barbaries del siglo pasado. El único modo de establecer estos fundamentos firmes es sostener que la vida humana es sagrada siempre, desde su gestación hasta la muerte natural".
"Aun por ‘coherencia progresista’, el aborto no puede presentarse como una solución. Reconozco que también es incoherente que alguien rechace el aborto y al mismo tiempo se desentienda de los marginados o sostenga terribles guerras preventivas. Hay mucha hipocresía, sí. Pero no se la hagamos pagar a los inocentes", agregó.
"En un lugar donde las cosas se resuelven así, se produce una relativización de la vida que introduce en los subterráneos de la sociedad un frívolo desprecio por la dignidad humana. Esto finalmente se traduce en una incapacidad para reconocer al otro, que alimenta un oscuro dinamismo de degradación social. Mejor levantemos la mirada", concluyó.