El Secretario de la Congregación para el Clero en el Vaticano, Arzobispo Mauro Piacenza, escribe un artículo sobre San Juan María Vianney, el Cura de Ars, a quien la Iglesia recuerda hoy. Sobre este sacerdote el Prelado destaca su incansable servicio a Dios y a los demás, considerándolo un verdadero "revolucionario del amor".
Mons. Piacenza comienza su artículo recordando que el Papa Benedicto XVI ha permitido que muchos más sacerdotes y fieles conozcan al Cura de Ars al haber decretado el Año Sacerdotal en ocasión del 150° aniversario de su muerte.
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En la época de San Juan María Vianney, explica el Arzobispo en el texto publicado en L'Osservatore Romano, se había dado un lugar fundamental a la razón del hombre y se había expulsado la referencia a la religiosidad y a lo divino. Primaba un ambiente racionalista que era muy hostil a la Iglesia. En medio de todo, señala, "el Cura de Ars dio pruebas de heroísmo en la fe. Al intento de deslegitimizar el dogma católico, él respondió con una clara, incesante y esforzada obra catequética y de predicación ya fuera pública o a las conciencias particulares".
"A la desacralización y la imposición de esquemas y ‘neo-ritos’ humanos, respondió con un grandísimo sentido de lo sacro que, sobre todo en la liturgia y e el culto se revelaba capaz de expresar lo profundo y precioso que hay en la fe católica: ¡la presencia de Cristo mismo Resucitado!"
San Juan María Vianney, prosigue, "se hacía él mismo oración, reuniendo en su relación con Dios, a todos quienes estaban cerca de él, sin importar las motivaciones más diversas".
El poder, entonces como en la época actual, continua el Arzobispo, "buscaba eliminar la fe del pueblo a través de la disolución de la moral. El Cura de Ars nunca tuvo dudas al respecto: fue maestro y padre de miles de penitentes en la administración de la Divina Misericordia, fue siempre extremadamente fiel y moral" llegando a confesar hasta 18 horas al día mostrando siempre "una disponibilidad sin medida, que sola hablaba del amor de Dios".
Vivía el Cura de Ars "una pobreza luminosa y tangible que proclamaba a quien quiera que fuera verdaderamente a su Señor y el lugar en el que él había encontrado su tesoro. Totalmente entregado a Dios y a los hermanos, el santo Cura vivió de modo ejemplar la virtud de la castidad, interpretada no solo como una necesaria consecuencia del celibato, ni como una mera ley eclesiástica, sino como un verdadero acto de donación total a su Señor, de pasión por la gloria de Cristo sostenida y documentada fundamentalmente por la celebración eucarística conectada a ella; en definitiva ha vivido verdaderamente la virginidad evangélica por el Reino de los cielos".
San Juan María Vianney, escribe el Secretario de la Congregación para el Clero, "fue el cura que todos queremos ser y tener en la parroquia en toda época y circunstancia. Ha mostrado a la Francia de su tiempo y muestra al mundo de hoy, qué cosa significa ir contra corriente: ser verdaderamente ‘revolucionario del amor’, en un renovado espíritu de donación total, de ofrecimiento renovado de la propia vida a Dios por la salvación de los hombres".
Esta entrega del Cura de Ars, prosigue, lo hizo "llegar hasta la grandeza de ‘ofrecerse como víctima’ en sustitución vicaria, participando en el ofrecimiento de Cristo, por la salvación de las almas, en aquella permanente obediencia a la legítima autoridad, en comunión con el Obispo de Roma", viviendo así la libertad auténtica.
Finalmente el Arzobispo afirma que "todos nosotros los sacerdotes renovamos nuestra gratitud a este nuestro hermano, gigante santo y le pedimos que, también hoy, su ejemplo y su virtudes sean vividas por muchos, por todos, para que no falte nunca en la Iglesia y el mundo el esplendor de la santidad".