En una emotiva homilía pronunciada el sábado en la capilla del Centro de Estudios de la Legión de Cristo en Roma, el recientemente nombrado Delegado Pontificio, Mons. Velasio De Paolis, invitó a los Legionarios a tener ánimo ante el nuevo camino y confiar en la gracia de Dios ante el futuro.
Durante la homilía de la Misa, Mons. De Paolis reveló haber vivido las pasadas semanas “en un estado de agitación, desde que el Secretario de Estado, primero, y luego el Santo Padre, me han hablado de esta misión”; pero destacó que “es un encargo que con la gracia del Señor se puede y se debe realizar”.
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“Viendo este espectáculo de todos estos sacerdotes y estudiantes que llenan hoy esta capilla, me siento más tranquilo conmigo mismo y con el encargo que debo cumplir”, agregó.
El nuevo Delegado explicó que ha presentado a las actuales autoridades de la Legión “la carta con la cual el Santo Padre me ha dado este mandato, y les he entregado también una carta mía, para que comuniquen mis sentimientos y también mis exhortaciones para ustedes al inicio de este encargo”.
“No creo que sea necesario y oportuno repetir estas cosas, porque sus superiores tendrán modo de transmitirlo mejor y también de ayudarles a entenderlas. Se trata del encargo del Delegado Pontificio”, explicó.
El Delegado, dijo sin embargo, “tiene la tarea de testimoniar la cercanía del Papa a todos ustedes”.
“Ustedes mismos, con su presencia,” prosiguió Mons. De Paolis “son un testimonio que invita a la esperanza y que nos infunde ánimo. El Papa manda a su Delegado para decirles que él los ama y que está cercano a ustedes. Él, al mismo tiempo, constata –lo dice él en la carta– un gran número de miembros de esta congregación que tienen un gran celo y viven con gran fervor”.
El nuevo Delegado recordó que “El Señor ha suscitado esta vocación dentro de ustedes, les ha acompañado hasta hoy”; y subrayó que “tenemos necesidad de vez en cuando de hacer un alto para realizar un examen de conciencia”, pero “no para reflexionar continuamente sobre un pasado, sino para constatar nuestro presente, darnos cuenta de nuestra situación, dando, primero que todo, gracias al Señor”.
“La primera palabra que debería nacer de la profundidad de nuestro corazón es la palabra de ‘gracias’. Gracias a Dios que nos ha llamado, los ha llamado a la vocación sacerdotal y religiosa en este instituto. Gracias a Dios que les ha acompañado. Gracias a Dios que puede llevar a cumplimiento su obra”, señaló.
En este marco, explicó que la Iglesia “que ha cumplido una primera obra de discernimiento, hoy quiere cumplir la obra –a través del Delegado Pontificio– de reconstrucción, de restructuración, o mejor, de un nuevo compromiso en nuestro camino espiritual”.
“Se sabe que en los momentos críticos tantos pensamientos pasan por nuestra mente; algunas veces anidan incluso en nuestro corazón”, dijo luego Mons. De Paolis; pero “en el momento de la confusión, sólo necesitamos serenarnos, necesitamos descubrir la presencia de Dios, de creer de un modo nuevo en su amor y de entonces retomar el camino de la fidelidad”.
“Estamos llamados a recorrer un camino, nos dice el Papa, un camino de renovación particularmente de las normas con las que regimos nuestra vida para llegar después renovados y con nuevo entendimiento, con nueva conciencia y con nuevas fuerzas, a la celebración de un capítulo extraordinario, en el cual reconfirmaremos nuestra fidelidad al Señor, donde reconfirmaremos nuestro compromiso de seguir a Cristo en la profesión de los consejos evangélicos; donde reconfirmaremos que el Señor es nuestro todo”.
Luego de reflexionar sobre la naturaleza del Sábado, como día de María y día de fidelidad silenciosa y espera, el Delegado Pontificio exhortó a los Legionarios a superar “las tinieblas que a veces pueden oprimirnos; superemos las dificultades también de nuestra fragilidad y debilidad humana, porque el misterio de Dios es mayor que toda debilidad humana”; y porque “al lado de Dios, bajo la protección de la Bienaventurada Virgen María, con Jesús que ha resucitado y nos ha llamado sus amigos y sus hermanos, podemos realizar grandes cosas, estar al servicio de su Reino, y hacer triunfar el Reino de Dios primero en nosotros mismos y luego por el testimonio de vida que queremos dar”.
Jesús “nos nutre con su palabra, Él se vuelve nuestro cuerpo y sangre, Él se vuelve nuestra vida y con la vida del Señor en nosotros, nos volvemos personas transfiguradas, capaces de dar siempre testimonio del misterio del amor de Dios que camina en el tiempo”, concluyó.