En la homilía de la Misa de acción de gracias celebrada hoy por el 194° aniversario de la Independencia nacional, el Arzobispo de La Plata, Mons. Héctor Aguer, resaltó que esta fecha "está señalada actualmente por la memoria litúrgica de Nuestra Señora de Itatí; es éste un signo providencial, que manifiesta con elocuencia las raíces católicas de la Argentina" y denunció que en la actualidad existe una "guerra cultural contra el sustrato cristiano" de la Nación.
En la Basílica de San Ponciano y tras explicar algunos hitos históricos sobre la presencia de la Virgen María, con su advocación de Nuestra Señora de Luján en Argentina, el Prelado indicó que "el problema político ha sido un estigma que ha marcado con desdoro la vida nacional. Nos hemos acostumbrado a que las corruptelas mancillen el libre juego de las instituciones y esa mala inclinación ha perdurado para daño de la república y engaño de los ciudadanos, a pesar de la lucidez con que nuestros mejores hombres la denunciaron".
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Ante este realidad, consideró que "el orden jurídico-político debe fundar su legitimidad en una dimensión trascendente; los gobiernos, que muchas veces se identifican abusivamente con el Estado, tienden a ignorar sus propios límites, pretenden absorber a la sociedad y reemplazar con sus recetas ideológicas el ethos del pueblo".
Mons. Aguer lamentó que "han pasado casi doscientos años y muchas veces se ha intentado desfigurar los rasgos peculiares que señalan la identidad originaria de la Argentina. Con ocasión del bicentenario patrio se intenta nuevamente reescribir nuestra historia omitiendo la dimensión religiosa de la gesta de la emancipación y negando la fuente humanista y cristiana de la cultura nacional".
En particular, precisó que "en los últimos años se ha perfilado nítidamente el propósito de destruir los fundamentos naturales del orden familiar y social y el sentido trascendente de la educación popular. Pareciera que en algunas esferas oficiales, con un fuerte aparato propagandístico e inagotables recursos económicos, se ha puesto en movimiento un nuevo kulturkampf, una guerra cultural contra el sustrato cristiano de nuestro pueblo, que lleva a embestir incluso contra la imagen bíblica del hombre que aún sirve de referencia a la mayoría de los habitantes de esta tierra, más allá de las fronteras confesionales".
Por ese motivo llamó a "buscar un amplio consenso con todos aquellos que se toman a pecho la defensa de la vida y de la libertad, la custodia de la verdad y del bien de la familia, la solidaridad con los necesitados y el necesario desvelo por el bien común" y destacó la necesidad de que "cada cristiano, según sus condiciones, su formación y posibilidades, asuma la cuota de responsabilidad que le corresponde; el aporte de cada uno, aunque parezca el más pequeño, tiene valor, y sumado al de todos puede resultar decisivo en esta hora en la que se juega el futuro de la sociedad argentina".
Seguidamente encomendó a María "los graves momentos que vivimos y su incierto desenlace, pero también dejamos a sus pies nuestro propósito de hacer cuanto esté a nuestro alcance para seguir siendo fieles y para que la Argentina no reniegue de la fidelidad que prometieron los hombres que nos dieron la independencia. Fidelidad que muchos otros, multitudes, ratificaron con su trabajo silencioso, su generosa caridad, su anónimo heroísmo cotidiano".
"Todo ese bien no puede resultar vano, no lo puede anular la farandulesca apostasía de quienes pretenden hachar nuestras raíces; eso sería reinventar una Argentina que ya no está", concluyó.