Este mediodía miles de fieles y peregrinos se reunieron en la Plaza de San Pedro para rezar el Ángelus dominical con el Papa Benedicto XVI, quien al introducir la oración mariana recordó las exigencias del llamado de Dios a consagrarse totalmente a Él y a su Plan como realidades que expresan la novedad y la prioridad absoluta del Reino de Dios que se hace presente en la persona de Cristo.
“Quien tiene la suerte de conocer a un joven o una joven que deja su familia, sus estudios o su trabajo para consagrarse a Dios, sabe bien de lo que se trata la llamada de Cristo, porque tiene delante un ejemplo viviente de la respuesta radical a la vocación divina”, dijo el Papa reflexionando sobre la vocación y sus exigencias.
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Describió la experiencia de conocer a una persona que se ha donado a Dios como “una de las más bellas experiencias que se tiene en la Iglesia: ver, tocar con la mano la acción del Señor en la vida de las personas; experimentar que Dios no es una entidad abstracta, sino una Realidad tan grande y fuerte que llena en modo sobre abundante el corazón del hombre, una Persona viviente y cercana, que nos ama y exige ser amada”.
Analizando el Evangelio de hoy, el Santo Padre hizo notar diversas exigencias que acompañan la vocación: “El Evangelista Luca nos presenta a Jesús que mientras camina por la calle hacia Jerusalén, ve a algunos hombres, jóvenes probablemente, que le prometen seguirlo donde sea que vaya. A ellos Jesús se muestra muy exigente, advirtiéndoles que no tiene una lugar estable donde quedarse y que quien decide trabajar con Él en el campo de Dios no puede arrepentirse”.
“A otro –continúa el Papa- Cristo le dice: ‘Sígueme’, pidiéndole una rotura neta de los vínculos familiares. Estas exigencias pueden parecer muy duras, pero en realidad expresan la novedad y la prioridad absoluta del Reino de Dios que se hace presente en la persona de Cristo. Se trata de la radicalidad que es debida al Amor de Dios. Quien renuncia a todo, incluso a sí mismo, para seguir a Jesús, entra en una nueva dimensión de la libertad, que San Pablo define como un ‘caminar según el Espíritu’”.
Hacia el final de sus palabras introductorias el Papa invitó a “todos a contemplar el misterio del Corazón divino humano del Señor Jesús, para alcanzar la fuente misma del Amor de Dios. Quien fija la mirada en aquel Corazón atravesado y siempre abierto para amarnos, siente la verdad de esta invocación: ‘Tú Señor eres mi único bien’, y está listo a dejar todo para seguirlo”.
El Papa rezó el Ángelus, saludó en diversos idiomas a los presentes e impartió su Bendición Apostólica.