Este mediodía el Papa Benedicto XVI, tras haber celebrado la ordenación sacerdotal de 14 diáconos de la diócesis de Roma en la Basílica de San Pedro, rezó el Ángelus dominical con los presentes reunidos en la homónima Plaza y recordó que los sacerdotes son signo del amor de Dios para con todos los hombres.
“El Sacramento del Orden manifiesta, por la parte de Dios, su premurosa cercanía a los hombres, y, por la parte de quien lo recibe, la plena disponibilidad a convertirse en un instrumento de esta cercanía, con un amor radical a Cristo y a la Iglesia”, dijo el Papa.
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Reflexionando sobre el Evangelio de hoy, el Papa se refirió a la afirmación de Pedro en que dice que Jesús es el Cristo de Dios, haciendo notar que con esta respuesta “se superan todas las opiniones terrenas que consideraban a Jesús como uno de los profetas”.
“Según San Ambrosio –continuó-, con esta profesión de fe, Pedro ‘ha abrazado la totalidad de las cosas, porque ha expresado la naturaleza y el nombre’ del Mesías. Y Jesús, frente a la profesión de fe renueva a Pedro y a los otros discípulos la invitación a seguirlo por el duro camino del amor hasta la Cruz”.
Asimismo recordó que “también a nosotros, que podemos conocer al Señor mediante la fe en su Palabra y en los Sacramentos, Jesús dirige la propuesta de seguirlo cada día y también a nosotros recuerda que para ser sus discípulos es necesario apropiarnos del poder de su Cruz, vértice de nuestros bienes y corana de nuestra esperanza”.
Citando esta vez a San Máximo el Confesor, el Santo Padre hizo notar que “el signo distintivo del poder de nuestro Señor Jesucristo es la cruz. Tomar la cruz significa comprometerse a vencer al pecado que obstaculiza el camino hacia Dios, acoger cotidianamente la voluntad del Señor, acrecentar la fe sobre todo frente a los problemas, dificultades, sufrimiento”.
Y hablando de Santa Edith Stein enfatizó el testimonio de su crecimiento en la fe en momentos de dificultad: “Ahora entiendo –escribe Edith Stein- lo que quiere decir ser esposa del Señor en el signo de la cruz, si bien nunca se podrá comprender en su totalidad, pues es un misterio. … Más se hace oscuro nuestro alrededor, y más debemos abrir el corazón a la luz que viene del alto”.
“También en nuestros días son muchos los cristianos en el mundo que, animados por el amor a Dios, asumen cada día la cruz, tanto aquella de las pruebas cotidianas, como aquella procurada por la barbarie humana, que a veces exige el valor del extremo sacrificio”.
Finalmente el Papa encomendó a la “materna protección de la Virgen María a los nuevos sacerdotes que hoy se agregan a cuantos el Señor ha llamado por nombre: que sean siempre fieles discípulos, valientes anunciadores de la Palabra de Dios y administradores de sus Dones de salvación”.
Seguidamente Benedicto XVI rezó el Ángelus, saludó a los presentes en diversos idiomas e impartió su Bendición Apostólica.