En su editorial "Octava dies", el Director de la Sala de Prensa de la Santa Sede y de Radio Vaticano, P. Federico Lombardi, hace una reflexión sobre el desastre que constituye la "Marea negra" en el Golfo de México generada por la explosión de una plataforma petrolera de la British Petroleum, cuestionando la responsabilidad humana ante el uso de la técnica y afirmando que estos hechos deben ser una lección de humildad.
"Hace ya dos meses que un río de petróleo se derrama en el Golfo de México desde la perforación que quedó abierta en el fondo del mar luego de la explosión de la plataforma de la BP. Las dimensiones del desastre son difícilmente calculables, pero son ciertamente enormes y continúan extendiéndose", comenta el sacerdote.
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El P. Lombardi recuerda luego otros graves desastres ambientales relacionados con las actividades humanas como el de la fábrica química de Bhopal en India en 1984 o el desastre de la central nuclear de Chernobyl en Ucrania, en 1986, que causaron un número de muertos y de daños a las personas aún mayores.
"Lo que sorprende en este caso es el sentido de impotencia y el retraso en la búsqueda de una solución frente al desastre por parte de una de las multinacionales petroleras más grandes y técnicamente mejor equipadas del mundo, pero también por parte del país más potente de la tierra. Esto resulta increíble, pero es un hecho", prosigue.
"No se trata de una erupción de un volcán, sino de un hueco relativamente pequeño hecho por el hombre en el fondo del mar. Y sin embargo, en dos meses científicos y técnicos súper especializados no han logrado taparlo", añade.
La pregunta que se plantea el P. Lombardi en su editorial es "si sabremos aprender una lección de prudencia y de atención en el uso de los recursos de la tierra y de los equilibrios del planeta. Si bien está convencido de que desde ahora muchas cosas cambiarán en el campo de la extracción petrolífera para lograr una mayor seguridad, quizás se podría también aprender una lección de humildad".
Finalmente el sacerdote indica que "la técnica hará siempre progresos. Pero si en procesos productivos relativamente simples se manifiesta tan impotente, ¿qué haremos si se nos escapan de las manos procesos mucho más complejos como los que tienen que ver con la energía custodiada en el núcleo de la materia o más aún, en los procesos de la formación de la vida? Tenía razón Benedicto XVI en concluir su última encíclica sobre los grandes problemas de la humanidad de hoy con un capitulo sobre la responsabilidad en el uso del poder de la técnica".