Al recibir esta mañana a los obispos de Brasil de la segunda región este, que concluyen hoy su visita ad limina, el Papa Benedicto XVI les recordó que sólo con la santidad personal serán capaces de ayudar a los fieles a edificar la Iglesia, a través de la vivencia cotidiana de la fe y el amor, a través de su misión de servir y gobernar a la porción del pueblo de Dios que les es confiada.
"Llamados a ser santos, con cuantos en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo, Señor nuestro, de nosotros y de ellos, gracia a vosotros y paz de parte de Dios, Padre nuestro y del Señor Jesucristo", Con estas palabras del apóstol Pablo, en la primera carta a los Corintios, el Santo Padre ha acogido con gran afecto a los obispos.
Recibe las principales noticias de ACI Prensa por WhatsApp y Telegram
Cada vez es más difícil ver noticias católicas en las redes sociales. Suscríbete a nuestros canales gratuitos hoy:
Tras recordar que los obispos "como maestros y doctores de la fe, tienen la misión de enseñar con audacia la verdad, que se debe creer y vivir, presentándola de forma auténtica", Benedicto XVI evocó su discurso inaugural de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, en Aparecida; y resaltó que la Iglesia tiene como tarea conservar y alimentar la fe del pueblo de Dios y de recordar también a los fieles que, por el bautismo, están llamados a ser discípulos y misioneros de Jesucristo.
Seguidamente los alentó a ayudar "a los fieles confiados a vuestros cuidados pastorales a descubrir la alegría de la fe, la alegría de ser amados personalmente por Dios, que entregó a su Hijo para nuestra salvación. Como bien sabéis, creer consiste sobre todo en abandonarse a este Dios que nos conoce y ama personalmente, aceptando la Verdad que Él reveló en Jesucristo, con la actitud que nos lleva a tener confianza en Él como revelador del Padre. Queridos hermanos, tened gran confianza en la gracia y sabed infundir esta confianza en vuestro pueblo, para que la fe sea siempre guardada, defendida y transmitida en su pureza e integridad".
"Como administradores del supremo sacerdocio, tenéis que procurar que la liturgia sea verdaderamente una epifanía del misterio. Es decir, expresión de naturaleza genuina de la Iglesia, que activamente presta culto a Dios, por Cristo en el Espíritu Santo", dijo el Papa y añadió "de todos los deberes de vuestro ministerio, ‘el más imperioso e importante es la responsabilidad en lo que concierne a la celebración de la Eucaristía’".
Y tras reiterar en este contexto, lo que establece la Exhortación Apostólica postsinodal, Pastores gregis, de Juan Pablo II, "sobre el obispo servidor del Evangelio de Jesucristo para la esperanza del mundo", Benedicto XVI animó a los obispos a impulsar el encuentro personal con Cristo: "El ‘munus’ (misión) de santificar que recibisteis os impone asimismo ser promotores y animadores de la oración en la ciudad humana, a menudo agitada, ruidosa y que se olvida de Dios: debéis crear lugares y ocasiones de oración, donde en silencio, escuchando a Dios en oración personal y comunitaria, el hombre pueda encontrar y hacer la experiencia viva de Jesucristo, que revela el rostro auténtico del Padre".
"Es preciso que las parroquias y los santuarios, los ambientes de educación y de sufrimiento, así como las familias se vuelvan lugares de comunión con el Señor", agregó.
Los obispos como guías del pueblo cristiano, tienen que promover la participación de todos los fieles en la edificación de la Iglesia, gobernando con corazón de siervo humilde y de pastor afectuoso, teniendo como meta la gloria de Dios y la salvación de las almas. Es un derecho y un deber: "En virtud del munus de gobernar, el obispo está llamado también a juzgar y disciplinar la vida del pueblo de Dios confiado a sus cuidados pastorales, a través de leyes, directivas y sugerencias, como está previsto en la disciplina universal de la Iglesia".
El Santo Padre indicó que "este derecho y deber es muy importante para que la comunidad diocesana permanezca unida en su interior y camine en sincera comunión de fe, de amor y de disciplina con el obispo de Roma y con toda la Iglesia. Por ello, no os canséis de alimentar en los fieles el sentido de pertenencia a la Iglesia y la alegría de la comunión fraterna".
El Papa se refirió luego a la vital importancia de la santidad personal: "el gobierno del obispo sólo será pastoralmente provechoso ‘si goza del apoyo de una buena credibilidad moral, que deriva de su santidad de vida. Esta credibilidad predispondrá las mentes para acoger el Evangelio anunciado por él en su Iglesia y también las normas que establece para el pueblo de Dios. Por ello, plasmado interiormente por el Espíritu Santo, cada uno de vosotros hágase todo para todos, proponiendo la verdad de la fe, celebrando los sacramentos de nuestra santificación y testimoniando la caridad del Señor".
"Acoged con el corazón abierto a cuantos llaman a vuestra puerta: aconsejad, consolad y sostened en el camino de Dios, procurando guiar a todos por aquella unidad en la fe y en el amor del cual, por voluntad del Señor, debéis ser principio y fundamento visible de vuestras diócesis", concluyó.