Este medio día, tras haber celebrado la Santa Eucaristía en la Basílica de San Pedro en la Solemnidad de Pentecostés, el Papa Benedicto XVI rezó el Regina Caeli con miles de peregrinos que se dieron cita en la Plaza de San Pedro, y en sus palabras introductorias recordó la necesidad que tiene la Iglesia de las efusiones del Espíritu Santo para poder cumplir su misión de anunciar el Evangelio en todo el mundo.
“La Iglesia vive constantemente de la efusión del Espíritu Santo, sin el cual esta terminaría sus fuerzas, como una barca a vela a la que le falta el viento”, dijo el Santo Padre.
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El Papa afirmó que los Concilios son un ejemplo en los que se da una especial efusión del Espíritu Santo, y recordó el Concilio Ecuménico Vaticano II. Entre sus ejemplos de efusión del Espíritu también citó el “celebre encuentro de los movimientos eclesiales con el Venerable Juan Pablo II en la fiesta de Pentecostés de 1998”-
“La Iglesia –agregó- conoce innumerables ‘pentecostés’ que vivifican las comunidades locales: las Liturgias, en particular aquellas vividas en momentos especiales para la vida de la comunidad, en las que la fuerza de Dios es percibida en modo evidente infundiendo en los ánimos alegría y entusiasmo”.
Continuó citando los “tantos congresos de oración, en los que los jóvenes escuchan claramente la llamada de Dios a enraizar su vida en su amor, incluso consagrándose enteramente a Él”.
Más adelante, el Pontífice resalto que “no existe Iglesia sin Pentecostés. Y quisiera agregar: no existe Pentecostés sin la Virgen María. Así fue al inicio, en el Cenáculo, donde los discípulos ‘perseveraban en la oración, junto con algunas mujeres y junto a María, la Madre de Jesús’”.
“Esto lo he también vivido hace poco en Fátima –prosiguió-. ¿Qué cosa ha vivido aquella inmensa multitud en ese Santuario done todos eran un solo corazón y una sola alma, sino una renovada Pentecostés? En medio de nosotros estaba María, la Madre de Jesús. Es esta la experiencia típica de los grandes santuarios marianos”.
Seguidamente el Papa hizo una invitación a todos los cristianos a estar “espiritualmente unidos a la Madre de Cristo y de la Iglesia invocando con fe una renovada efusión del divino Paráclito. La invocamos para toda la Iglesia, y particularmente en este Año Sacerdotal, para todos los ministros del Evangelio, para que el mensaje de la Salvación sea anunciado a todas las personas”.
Tras haber rezado el Regina Caeli el Papa saludó a los presentes en diversos idiomas e impartió su Bendición Apostólica.