El Papa Benedicto XVI afirmó que el desarrollo integral de los pueblos, como objetivo central del bien común universal, no se alcanza sólo con la difusión empresarial sino que “se logra en especial con el incremento de opciones buenas que son posibles cuando existe la noción de un bien humano integral”.
Al recibir a los participantes en el Encuentro de estudio de la Fundación Centesimus Annus – Pro Pontifice, el Santo Padre recordó que “la visión cristiana del desarrollo, del progreso y del bien común, como emerge en la Doctrina Social de la Iglesia, responde a las expectativas más profundas del hombre”.
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El Papa explicó que la familia humana puede crecer como sociedad libre de pueblos libres, cuando la globalización es guiada por la solidaridad y por el bien común, así como por la relativa justicia social, que encuentran en el mensaje de Cristo y de la Iglesia un manantial precioso.
Destacó que en la actualidad, la crisis y las dificultades que sufren las relaciones internacionales, los estados, la sociedad y la economía se deben en gran medida a la carencia de confianza y de una inspiración solidaria adecuada, creativa y dinámica, que tenga como meta el bien común y que conduzca a relaciones auténticamente humanas y de amistad, de solidaridad y de reciprocidad también en el marco de la actividad económica.
El Santo Padre pidió asegurar que el orden económico y productivo sea socialmente responsable y con una dimensión humana, con una acción conjunta y unitaria en varios ámbitos, también en el internacional. También pidió sostener la consolidación de sistemas constitucionales jurídicos y administrativos en los países que todavía no cuentan con ello plenamente.
“En una sociedad en vías de globalización, el bien común y el esfuerzo por él, han de abarcar necesariamente a toda la familia humana, es decir, a la comunidad de los pueblos y naciones. dando así forma de unidad y de paz a la ciudad del hombre, y haciéndola en cierta medida una anticipación que prefigura la ciudad de Dios sin barreras”, indicó.
Sin olvidar que “las ayudas económicas deberían ir acompañadas de aquellas medidas destinadas a reforzar las garantías propias de un Estado de derecho, un sistema de orden público y de prisiones respetuoso de los derechos humanos y a consolidar instituciones verdaderamente democráticas”, el Santo Padre subrayó la importancia de establecer una “verdadera escala de bienes y valores” y recordó el papel de las religiones.
“Las religiones son decisivas, en especial cunado enseñan la fraternidad y la paz, porque educan a dar espacio a Dios y a estar abiertos a lo trascendente, en nuestras sociedades marcadas por la secularización. La exclusión de las religiones en ámbito público, así como – en otro orden de cosas – el fundamentalismo religioso, impiden el encuentro entre las personas y su colaboración en favor del progreso de la humanidad; la vida de la sociedad se empobrece de motivaciones y la política asume un rostro opresor y agresivo”, agregó.