En un artículo titulado "Pío XII y la amnesia de los historiadores", L’Osservatore Romano da cuenta de la crítica de un sacerdote e historiador jesuita, el P. Giovanni Sale, quien escribe en "La Civiltá Cattolica" que pese a la gran cantidad de documentación existente, expertos como Richard Overy no toman en cuenta la labor de la Santa Sede y del Papa Pacelli como parte esencial de los esfuerzos para prevenir la Segunda Guerra Mundial.
El P. Sale critica que Overy, en su libro "Al borde del precipicio. 1939: Los diez días que arrastraron al mundo a la guerra" no se refiere nunca "ni siquiera accidentalmente a la actividad desarrollada por la Santa Sede en los hechos tan meticulosamente reconstruidos".
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El historiador jesuita recuerda que existe una abundante documentación al respecto en las Actas de la Santa Sede sobre la Segunda Guerra Mundial que aparecen publicadas en el sitio web del Vaticano, en el que se puede apreciar, por ejemplo, "como Pío XII y el Presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, buscaban por todos los medios a su disposición alentar a encontrar soluciones de compromisos que permitieran evitar la guerra".
El 9 de abril de 1939, a tan solo un mes y una semana de haber sido elegido a la Sede de Pedro y a unos meses de iniciarse la guerra, Pío XII en su discurso de Pascua explicó "cómo las turbulencias del presente parecen florecer de males incluso más graves", cuyas raíces debían buscar en la miseria de muchos "en la falta de mutua compasión entre las naciones, en las violaciones de pactos santos y de la palabra empeñada".
Con las relaciones con la "Alemania nacional socialista deterioradas a causa de las fuertes denuncias de Pío XI contra la política anticatólica, anticristiana y antisemita adoptada por el Tercer Reich", Pío XII convoca a una conferencia entre las potencias europeas, respaldado por Estados Unidos, que lamentablemente no llegó a concretarse.
Los esfuerzos del Papa Pacelli fueron para el Secretario de Relaciones Exteriores de Estados Unidos, Summer Welles, "del más alto valor" no sólo por su influencia moral sino porque se dieron "en el momento en que la tensión internacional era muy grave".
El Padre también menciona que, entre otras cuestiones que los historiadores deberían mencionar "está la laboriosa preparación del famoso llamado del 24 de agosto de 1939" dirigido a los gobernantes del mundo para evitar la guerra "y sobre todo los efectos inmediatos de aquella intervención que afectó tanto a la opinión pública que hicieron que el mismo Hitler pospusiera la agresión a Polonia una semana".
"Si el ataque se hubiera dado el 26, como estaba previsto, el dictador no sólo habría dado la impresión de no querer evitar el conflicto, luego de la dura advertencia papal, sino que se habría achacado ante todo el mundo la entera responsabilidad de una guerra desastrosa".
El P. Sale precisa entonces que "sobre esto el historiador inglés (Overy) no menciona absolutamente nada" ni tampoco dice nada sobre los grandes esfuerzos de la diplomacia vaticana para evitar que "el mundo cayera al abismo".
Todavía hoy, concluye el sacerdote e historiador jesuita, parte de la literatura histórica "por distintas motivaciones de orden ideológico, que van incluso en lo documental" tiende a menospreciar o desconocer el "rol ético-político de la Santa Sede en aquellos difíciles años.
Para acceder a las Actas de la Santa Sede sobre la Segunda Guerra Mundial, ingrese a: http://www.vatican.va/archive/actes/index_sp.htm