En su homilía esta mañana en la Basílica de San Pedro en los funerales de quien fuera el Cardenal más longevo de la Iglesia Católica, el benedictino Paul Augustin Mayer, quien falleció el pasado 30 de abril a los 98 años de edad, el Papa Benedicto XVI exhortó a que, a ejemplo de San Benito, "nada se anteponga al amor de Cristo".

El Santo Padre dijo en su homilía que "la gran e indefectible esperanza, fundada en la sólida roca del amor de Dios, nos asegura que la vida de quienes mueren en Cristo ‘no termina, se transforma’ y ‘al deshacerse nuestra morada terrenal adquirimos una mansión eterna en el cielo’. En una época como la nuestra, en la que el miedo a la muerte conduce a muchas personas a la desesperación y a la búsqueda de consuelos ilusorios, el cristiano se distingue por el hecho de que pone su seguridad en Dios, en un Amor tan grande que puede renovar el mundo entero".

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Durante toda su existencia, el Cardenal Mayer, continuó el Papa, "quiso realizar lo que San Benito afirma en la Regla: "Nada se anteponga al amor de Cristo".

Seguidamente el Santo Padre recordó algunos hitos de la vida del Purpurado, empezando por su actividad como profesor en el Pontificio Ateneo de San Anselmo, del que fue rector desde 1949 hasta 1966, época en la que se fundó el Pontificio Instituto Litúrgico, "un punto de referencia fundamental para la preparación de los formadores en el campo de la liturgia".

Benedicto XVI se refrió después a la competencia del cardenal que le hizo acreedor de muchos y prestigiosos encargos, como cuando el Papa Pablo VI le nombró Secretario de la Congregación para los Religiosos e Institutos Seculares y lo consagró obispo en 1972. En los años de servicio en ese dicasterio, "promovió la actuación progresiva de las disposiciones del Concilio Vaticano II con respecto a las familias religiosas" y "en ese ámbito particular, en su calidad de religioso, demostró gran sensibilidad eclesial y humana".

En 1984 Juan Pablo II lo nombró Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, creándolo Cardenal en 1985 y designándolo poco más tarde como primer Presidente de la Pontificia Comisión "Ecclesia Dei". "En este encargo nuevo y delicado –dijo el Papa– el Cardenal Mayer se confirmó como siervo entregado y fiel, intentando aplicar su lema: ‘El amor de Cristo nos recoge en la unidad’".

Finalmente Benedicto XVI encomendó al Cardenal Mayer a la Virgen de las Gracias de Altötting (Baviera), lugar de peregrinación cercano al lugar de nacimiento del difunto.