A las 12.00 (hora local), IV Domingo de Pascua, el Papa Benedicto XVI rezó el Regina Coeli con miles de fieles y peregrinos que se dieron cita para esta ocasión en la Plaza de San Pedro -en el día en que la Iglesia celebra la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones- y escucharon con atención las palabras que el Papa pronunció resaltando la importancia de la oración para la respuesta de quienes son llamados por Dios a consagrarle su vida.
“La primera forma del testimonio que suscita vocaciones es la oración”, dijo el Papa recordando a la madre de San Agustín, Santa Mónica, quien “suplicando a Dios con humildad e insistencia obtuvo la gracia de ver a su hijo convertirse al cristianismo”, quien a su vez dirá: “Sin incertidumbres creo y afirmo que por sus oraciones, Dios me ha concedido la intención de no anteponer, de no querer, de no pensar, de no amar nada que no sea el alcanzar la verdad”.
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El Santo Padre hizo una invitación a los padres a “rezar para que el corazón de los hijos se abra a la escucha del Buen Pastor y así cada pequeño germen de vocación llegue a ser un árbol frondoso, lleno de frutos por el bien de la Iglesia y de toda la humanidad”.
“¿Cómo podemos escuchar la voz del Señor y reconocerlo?”, se preguntó el Papa; y respondiendo dijo: “En la predicación de los Apóstoles y de sus sucesores: en ella resuena la voz de Cristo, que llama a la comunión con Dios y a la plenitud de la vida. Solo el Buen Pastor cuida con inmensa ternura a su rebaño y lo defiende del mal, y solo en Él los fieles pueden depositar absoluta confianza”.
El Pontífice exhortó a los ministros ordenados para que se sientan comprometidos por un “cada vez más fuerte e incisivo testimonio evangélico en el mundo de hoy. Recuerden que el sacerdote continua la obra de la Redención en la tierra; sepan detenerse con ganas frente al tabernáculo; se adhieran totalmente a la propia vocación y misión mediante una ascesis severa; sean disponibles al escucha y al perdón; formen cristianamente al pueblo a ustedes confiado; cultiven con cuidado la fraternidad sacerdotal”.
Tras haber rezado el Regina Coeli el Papa dirigió diversos saludos en diversos idiomas a los presentes, y para concluir impartió su Bendición Apostólica.