Al finalizar su asamblea plenaria, la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) dirigió un mensaje en el que alienta a sus compatriotas, entre otras cosas, a trabajar y rezar incesantemente por el fin de la violencia en el país.
En el texto, los obispos expresan su cercanía a la población de este país ante los problemas actuales como la "desbordante ola de violencia e inseguridad que se ha desatado, desde hace varios años, en México, y que ha cobrado a cobrado numerosas víctimas, muchas de ellas inocentes".
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"No obstante los grandes esfuerzos, que las diversas instancias gubernamentales están realizando, persisten el miedo y la inseguridad que destruyen la vida de las comunidades, las aíslan y las exponen a nuevas expresiones de violencia. La impunidad provoca desconfianza en las instituciones", prosiguen.
Tras recordar su aporte con la Exhortación Pastoral "Que en Cristo nuestra paz, México tenga vida digna" del 15 febrero de 2010), los prelados expresan su preocupación por "la pobreza y la desigualdad, el desempleo y los bajos ingresos, la educación deficiente y la falta de oportunidades, particularmente para los jóvenes; sin embargo, vemos con esperanza los signos de una paulatina recuperación económica y un ligero aumento del empleo".
Luego de reiterar su compromiso como pastores que guían al Pueblo de Dios en México, los prelados señalan que "la conmemoración del Centenario de la Revolución y del Bicentenario de inicio de la lucha por la Independencia de México es ocasión propicia para dar gracias a Dios por los dones que el Señor ha concedido a nuestra Patria, invitar al reconocimiento de las injusticias que se cometieron, encomendar a la misericordia divina los que murieron en aquellos hechos sangrientos y renovar nuestro compromiso a favor de un México fraterno en la justicia y la paz".
Finalmente piden a los mexicanos rezar para que "como nación, podamos alcanzar la paz, cultivar los grandes ideales de nuestros antepasados, pedir por la santificación de los sacerdotes y el aumento de las vocaciones consagradas, y que acabe, de raíz, la violencia".
"Estamos seguros que Santa María de Guadalupe y San José, patrono universal de la Iglesia, nos protegen y nos acompañan en nuestro peregrinar y en nuestro aprendizaje como discípulos-misioneros de su Hijo Jesucristo. A Ellos, confiamos nuestros propósitos y compromisos", concluyen.