Giuliano Ferrara es el director del diario italiano Il Foglio. Se declara liberal y agnóstico. En estos días ha escrito un artículo titulado "La carne y el Padre Murphy" en el que comenta la campaña mediática del New York Times contra el Papa Benedicto XVI y explica que la Iglesia no puede renunciar a ser quien es, a sus criterios ni a su manera de actuar ante el pecado del hombre, que el mundo no comprende.
Ferrara comienza el artículo relatando algo del caso del Padre Lawrence C. Murphy que en Estados Unidos abuso de varios menores sordos a su cargo en Milwaukee. Explica cómo el entonces Cardenal Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, no encubrió el caso sino que lo trató como debía, al igual que su secretario, el entonces Arzobispo Tarcisio Bertone; y sin embargo se ha usado de "modo simplemente escandaloso, como escandalosa es la síntesis del artículo y los comentarios del New York Times".
Recibe las principales noticias de ACI Prensa por WhatsApp y Telegram
Cada vez es más difícil ver noticias católicas en las redes sociales. Suscríbete a nuestros canales gratuitos hoy:
El director de Il Foglio explica luego que estos ataques buscan "transformar a la Iglesia Católica, secularizarla a fondo e inducirla a comportarse en pleno acuerdo con criterios mundanos que le son en parte extraños". Si el caso no se usase así, afirma, "podría ser utilizado para entender cómo están realmente las cosas, sin perderse en detalles inútiles".
"Los radicales quieren una Iglesia democratizada y sometida plenamente por las leyes del estado, sin espacio para su ‘siniestro’ teatro de lo divino y del culto y de la ‘represiva y supersticiosa’ cura de almas. Los liberales, por lo menos de tono y método, como buscamos ser nosotros en Il Foglio, creen en una Iglesia y un Estado libre, en una Iglesia que tiene derecho a la palabra, de acción, de educación y de autogobierno. Y que sobre todo tiene derecho también al propio punto de vista al distinguir, sagrado principio liberal, entre pecado y delito", dice Ferrara.
Para el director de Il Foglio, "la Iglesia hace bien, en el marco de la carta del Papa al clero irlandés, en poner hoy el acento sobre la culpa también legal constituida por los comportamientos pedófilos, y a proclamar con mucha asertividad que los sacerdotes que traicionan la confianza de los niños o muchacho o muchachas deben responder ya sea a Dios o a los tribunales civiles".
Ferrara señala luego que "probablemente la Iglesia deberá dotarse de instrumentos inspectivos y canónicos, ligados a la Congregación para la Doctrina de la Fe, que realizan una muy eficaz cooperación con los órganos del derecho común".
"Pero no creo que los laicos creyentes, las hermanas los sacerdotes, los obispos, los canonistas, los teólogos, los prefectos de curia y los Papas podrán nunca renunciar al tratar el pecado como pecado, y al arrepentimiento como puerta abierta al perdón y a la expiación cristiana, para transformarse en máquinas de burocracia penal al servicio de los tribunales, que deben por su parte indagar sobre los delitos y sancionar los crímenes", afirma.
Para Giuliano Ferrara "la Iglesia debería comenzar a decir esto sin complejos, explicando que su identidad, en el núcleo más profundo, está ligada a una idea del pecado que está individualizada, actúa caso por caso, no soporta las leyes iguales e indiferentes al alma de cada uno, típicas del derecho positivo".
"La Iglesia debería decir abiertamente que el castigo penal, legítima aspiración de los tribunales del estado a los que el clero puede ofrecer cooperación, es sin embargo nulo, es un grano de arena disperso en el viento; frente al mecanismo de imputación divina que lleva a la conciencia del pecado, al libre arrepentimiento en conciencia, a la expiación y al perdón o absolución del especialísimo derecho que se realiza en la cura de almas".
Finalmente Ferrara señala que "la Iglesia tiene su modo de castigar, juzgar, considerar y ver al hombre en el pecado y el pecado en el hombre: un modo peculiar al que en ningún caso puede renunciar. Se trata de la tutela y la defensa de un criterio, medio humano y medio divino, que es la piedra angular del cristianismo que ya tiene dos milenios. La Iglesia no puede renunciar a la noche del Innominato: no quedaría de ella piedra sobre piedra".