En un emotiva carta pastoral en la que aborda la tragedia en Haití, el Obispo de Tarazona (España), Mons. Demetrio Martínez recordó que las preguntas sobre el por qué se produce esta catástrofe sólo puede entenderse a la luz de Dios que está con las víctimas.
La reacción inmediata frente a la tragedia de Haití "desde todas las partes del mundo es la de salir al encuentro de las víctimas que sufren", porque "el sufrimiento es una plataforma que nos acomuna a todos, rompiendo barreras, para sentirnos más hermanos todos", escribe el Prelado.
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Sin embargo, reconoce que "en medio de nuestra respuesta fraterna y solidaria, surge también la pregunta: ¿Dónde está el culpable? ¿Por qué suceden estas cosas? ¿No podría Dios impedir que sucediera esto?"
"El hombre –explica Mons. Martínez- se siente impotente ante tanto mal, que le desborda. La actitud creyente es la de renovar nuestra adoración a Dios y pedirle luz".
"Dios no tiene la culpa de los males. Dios es todo bondad y es causa sólo del bien. Dios está de parte de las víctimas, está siempre de parte del hombre que sufre"; escribe el Obispo español, agregando que "cuando Dios ha enviado su Hijo al mundo, éste ha cargado con todos los males de la humanidad, haciéndose solidario con el hombre que sufre y librando al hombre del sufrimiento eterno".
"Dios se ha implicado de lleno en los males del mundo sufriéndolos en su propia carne para llevarnos a la plena liberación. En las catástrofes naturales, tampoco las víctimas son culpables. Ellas sufren los males y piden urgentemente nuestra ayuda solidaria".
El Obispo recuerda que, todos estamos "sumergidos en el misterio del mal, que no tiene su origen en Dios, sino en el pecado original, cometido por los hombres al comienzo de la historia de la humanidad, y que tiene su repercusión incluso en la naturaleza, sometida a la esclavitud".
"El pecado original ha supuesto una verdadera catástrofe", agrega, "rompiendo al hombre en su interior, en sus relaciones con los demás, en su dependencia de Dios, e incluso rompiendo la naturaleza, que se vuelve hostil al hombre".
La respuesta, propone finalmente el Prelado, viene de reconocer que "la solidaridad que proviene del pecado y nos acomuna en la muerte, ha sido sustituida por otra solidaridad que brota del amor, regenera al hombre y lo conduce a la plenitud. Esta nueva solidaridad se llama Jesucristo. Salgamos al encuentro de las víctimas con la nueva solidaridad, que brota de Jesucristo. El hace nuevas todas las cosas".