El Arzobispo de Québec y Primado de Canadá, Cardenal Marc Ouellet, resaltó que la familia (iglesia doméstica) es la primera educadora en los valores del amor y la vida, así como la principal encargada de transmitir la fe a los hijos, en medio de una cultura actual que agrede a esta célula básica de la sociedad con legislaciones que solo sirven a minorías apoyadas también por los medios de comunicación.
En una conferencia pronunciada en su representación por su Obispo Auxiliar, Mons. Gérald Cyprien Lacroix, ante los asistentes al 2do Congreso Internacional de Familia realizado en esta capital entre el 22 y el 24 de enero, el Cardenal explicó que la familia, fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer está ante la presión de "ideologías a veces abiertamente anticristianas" que hacen que "ciertos Estados proceden a hacer legislaciones que redefinen el sentido del matrimonio, de la procreación, de la filiación y de la familia, sin tener en cuenta las realidades antropológicas fundamentales que estructuran las relaciones humanas".
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Seguidamente se refirió a la necesidad de custodiar la vida, como siempre hace la Iglesia Católica que rechaza "los medios artificiales de contracepción. Su rechazo a ratificar moralmente el uso de estos medios contrasta con la mentalidad contemporánea que promueve el uso de todas las técnicas disponibles, para realizar el acto conyugal sin el 'riesgo' de la procreación. Allí donde la sabiduría de la Iglesia, fundada sobre la Revelación, une el amor, el matrimonio y la vida, la cultura actual tiende a disociarlos en nombre de una afirmación sin reparo de la libertad individual".
Para el Cardenal, dijo el Obispo Auxiliar, "el primer valor que subrayamos desde el principio es la fe como encuentro personal con Cristo, que lleva a una alianza que abarca todas las dimensiones del ser, incluido el amor conyugal. Siendo éste promovido a la dignidad de sacramento por un acto de fe teologal, aparece claramente la importancia de una seria preparación al matrimonio, por medio de una verdadera educación al amor sacramental".
"Es en esta luz que los esposos pueden alcanzar más fácilmente el equilibrio entre su amor erótico y su caridad generosa y fecunda. Si están animados por una vida teologal profunda, ellos sabrán desarrollar las virtudes humanas indispensables a la vida conyugal y familiar: la prudencia, el control de si, el diálogo y el perdón mutuo, la paciencia y la castidad conyugal".
Así, prosiguió, "el desarrollo personal de estas virtudes mejorará todas sus relaciones y formará sobretodo un entorno educativo sano, coloreado por el amor auténtico, la confianza, la ternura, la piedad filial, el respecto y la abertura hacía los demás. Todas estas virtudes y actitudes, penetradas por el Espíritu de Dios, llegan a ser mediaciones del Don que Cristo hace de si mismo a la Iglesia doméstica, para hacer de ella su Esposa fiel y fecunda al servicio del Amor y de la Vida. En el fondo, la atmósfera educativa de una familia cristiana depende de una cultura vocacional cuyo objetivo declarado es la perfección del amor en todos los estados de vida y en toda circunstancia gracias al ideal vivo y cultivado de la Sagrada Familia".
Para el Cardenal Ouellet, "no obstante las dificultades actuales, la familia representa la herencia más preciosa de la tradición cristiana, 'el verdadero patrimonio de la humanidad', la primera escuela de comunión humana y eclesial. Sin embargo, hay que reconocer que actualmente su misión educativa es discapacitada, por falta de apoyo en la cultura dominante, seguro, pero por falta también de una apropiación profunda de su gracia y de sus valores".
Es necesario, dijo que la pastoral de la Iglesia tenga "un compromiso más fuerte en la nueva evangelización de las familias, por una parte, pero también de una nueva evangelización a partir de las familias que han encontrado a Cristo".
"La familia, Iglesia doméstica evangeliza, forma a las personas a la comunión y al apostolado. En cuanto a los valores del amor conyugal y de las virtudes que le son unidas, éstas las debemos redescubrir, porque bajo la presión de la cultura dominante, hedonista y relativista, no se reconoce su fuente y su articulación moral y espiritual. Importa multiplicar los esfuerzos para hacer descubrir y redescubrir los lazos intrínsecos entre el amor, la vida, la fecundidad espiritual y todas las virtudes que garantizan el crecimiento y la estabilidad de las familias frente a las fuerzas adversas".
El Cardenal Ouellet subrayó también que "la promoción de una espiritualidad propia del matrimonio y a la familia, fundada sobre el valor eclesial y social de la familia, debería contribuir más a formar las conciencias, a dinamizar la misión educativa de los padres y a multiplicar las iniciativas apostólicas, culturales y políticas que defienden los derechos de la familia y protegen sus adquisiciones".
Finalmente indicó que "tener en alto el estandarte de la familia corresponde a un signo de los tiempos y a una gran necesidad de nuestra época. Realzar su misión educativa a nivel de su identidad profunda no es solamente una tarea urgente del aggiornamento eclesial, sino mas bien la condición sine qua non para asegurar la fidelidad de la Iglesia a su misión y un porvenir a nuestra civilización".
Más información sobre el congreso de familia realizado en Lima en: http://www.congresofamilia2010.net/