El Presidente Emérito del Pontificio Consejo para la Cultura, Cardenal Paul Poupard, celebró ayer en Annecy, Francia, una Eucaristía por los 400 años de la Orden de la Visitación (de clausura) fundada en 1610 por San Francisco de Sales (cuya fiesta se celebró ayer) y Santa Juan de Chantal. En su homilía el Purpurado dijo que "las grandes amistades espirituales tienen una fecundidad incomparable".

En una nota dada a conocer por L’Osservatore Romano, el Purpurado recordó que el 6 de junio de 1610 en Annecy, cuando ambos santos fundaron esta orden, ésta apareció como "fruto maduro de su amistad y de sus experiencias espirituales", una congregación "donde ninguna grande aspereza puede hacer que el dedicarse a los débiles y enfermos distraiga de la dedicación a la perfección del amor divino".

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Esta nueva orden, explica el Cardenal, "evidentemente respondía a una necesidad entonces muy sentida en la Iglesia, porque a la muerte de la santa fundadora ya existían 87 conventos en Savoya y en Piemonte, en Francia, Lorena y Suiza, cosa que parece absolutamente imposible en nuestro tiempo de aridez espiritual".

El Presidente Emérito relató que Juan Francesca Frémyot, baronesa de Chantal, había quedado viuda y "aspiraba a una vida toda escondida en Dios" ante lo cual San Francisco "estaba convencido que para unirse a Dios no era indispensable una gran austeridad y que toda alma de buena voluntad podía vivir del amor de Dios en el retiro del mundo".

Fue así, prosiguió el Cardenal que Juana de Chantal, "en aquella memorable fecha del 6 de junio de 1610" recibió las constituciones que regulaba la vida de su orden, "una vida religiosa signada por la simplicidad y una mesurada clausura".

El Purpurado dijo luego que "la vida escondida en Dios" es la característica de la Visitación, por la cual el amor de Dios es el inicio, alimento y fin de toda vida espiritual que invita a rezar por las hermanas, también afectadas por "la complicada falta de vocaciones y por el envejecimiento de las religiosas" en Europa y Estados Unidos, continentes que sufren una "galopante secularización".

Finalmente el Cardenal pidió rezar para que "no se prive de este dulce rostro de la Iglesia, de la que necesitamos tanto en el alba del nuevo milenio".