En su primera carta pastoral dirigida a los presbíteros por el Año Sacerdotal, el Arzobispo de Sevilla, Mons. Juan José Asenjo, instó a los sacerdotes a ser ejemplos de santidad y cercanía con el Señor, así como a desprenderse de la tibieza y a enseñar la sana doctrina católica en comunión con la Iglesia sin admitir ningún tipo de disenso.
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En su extensa carta, el Prelado comenta que si bien el materialismo y el utilitarismo hacen complicado vivir la "atmósfera de tensión moral que exige el Evangelio", la cuestión principal a la que la Iglesia ha de hacer frente hoy "no se encuentra en la sociedad, en el laicismo militante, en la orientación inmanentista de la cultura o en las iniciativas legislativas que prescinden de la ley natural, todo lo cual ciertamente obstaculiza nuestra misión y nos hace sufrir. El problema no es tanto externo, sino interno; es un problema de casa y no sólo de fuera".
Seguidamente resalta que "muchos de los males de los que en tantas ocasiones nos lamentamos está en nosotros, los sacerdotes". "Si fuéramos más santos, más celosos, más ejemplares y apostólicos, místicos y testigos al mismo tiempo, con una fuerte experiencia de Dios, florecería más la vida cristiana de nuestro pueblo, que necesita del acompañamiento cercano de sacerdotes santos", agrega.
"No es la sociología o las tendencias culturales del momento presente las que deben marcarnos el paso fijando nuestra identidad y nuestro papel en la Iglesia y en la sociedad, pues lo harán siempre a la baja, laicizando o desnaturalizando la sacralidad de nuestro ministerio de acuerdo con los criterios de la cultura secularizada", indica y destaca que "nuestro sacerdocio está marcado con el sello del sacerdocio de Cristo, para participar en su función de único Mediador y Redentor".
El Arzobispo advierte luego que "el aburguesamiento espiritual y la tibieza es la situación espiritual más peligrosa que puede acechar a un cristiano, y mucho más a un sacerdote, porque el tibio no es consciente de su situación ni de los peligros que le amenazan. En consecuencia, no siente la necesidad de convertirse". Tras este planteamiento, se dirige a los sacerdotes de Sevilla, a los que aconseja que se sacudan "la tibieza que nos esteriliza y que hace también estéril nuestro ministerio".
El Prelado propone luego una serie de medios espirituales para evitar este mal como la confesión frecuente, la Eucaristía, el Rosario, entre muchos otros y se refiere luego a la enseñanza correcta de la doctrina católica.
En todas las ocasiones que un sacerdote tiene para hacer esto, prosigue, "no podemos olvidar la comunión con la Iglesia. La Palabra es de Dios, no es nuestra, como no es nuestra la doctrina, que es de la Iglesia. El Pueblo de Dios tiene derecho a escuchar de los labios de sus sacerdotes la Palabra íntegra, sin adulterarla, sin arrancar páginas. Tiene derecho igualmente a que le entreguemos la doctrina genuina, sin reduccionismos, en comunión estrecha con el Magisterio del Papa y de los Obispos".
Por ello, "no son admisibles las mutilaciones selectivas, de acuerdo con los dogmas seculares de la nueva cultura inmanentista, como tampoco lo es, como recientemente nos ha dicho el Papa, tamizar la doctrina auténtica del Concilio Vaticano II por nuestra sensibilidad, por nuestras opciones personales o desde posiciones ideológicas ajenas a la Tradición viva de la Iglesia, pues no nos predicamos a nosotros mismos, sino la Palabra sacrosanta e intemporal de Jesucristo, de la que la Iglesia es su depositaria e intérprete".
"Otro tanto cabe decir del respeto que debemos observar por las normas litúrgicas, en la celebración de la Santa Misa y en la administración de los sacramentos, pues ni la Eucaristía ni los sacramentos son nuestros, sino de la Iglesia. No caben, pues, arbitrariedades ni protagonismos, que sólo corresponden al Señor", concluye.
Para leer la carta completa ingrese a: http://www.archisevilla.org/images/pdfs/PASTORAL_ASENJO_SACERDOTES_DIC09.pdf