El predicador de la Casa Pontificia, P. Raniero Cantalamessa, pronunció su tercera y última prédica de Adviento en presencia del Papa Benedicto XVI y la Curia Vaticana en la capilla Redemptoris Mater del Vaticano. En ella, el presbítero reflexionó sobre el tema "María: Madre y modelo del sacerdote".
En su reflexión, dada a conocer por Radio Vaticano, el P. Cantalamessa explicó que "María, por obra del Espíritu Santo, ha concebido a Cristo y después de haberlo alimentado y llevado en su seno, le ha dado a luz en Belén. El sacerdote, ungido y consagrado de Espíritu Santo en la ordenación, también él esta llamado a llenarse de Cristo para después darle a luz y hacerlo nacer en las almas mediante el anuncio de la Palabra, por medio de la administración de los Sacramentos".
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Seguidamente recuerda que "la aportación personal común a María y al sacerdote se resume en la fe". María escribe san Agustín, "por fe concibió y por fe dio a luz".
El sacerdote "por fe lleva a Cristo en el corazón y mediante la fe lo comunica a los otros", dijo luego y se refirió al "sí" de María, al "Hágase" que pronunció ante el ángel: "María se encontró ante una soledad absoluta ¿A quién puede decir ella lo que sabe? ¿Aquello que ha ocurrido? Solamente puede fiarse de Dios. Y María, como toda adolescente de Israel que se acercaba al matrimonio, sabía bien lo que estaba escrito en la ley de Moisés, es decir, que la muchacha que el día de su boda se descubría que no era virgen debía ser llevada ante el umbral de la casa paterna y lapidada por la gente del pueblo", explicó.
"Dios jamás arranca el consenso de las criaturas escondiendo sus consecuencias. Lo vemos en todas las grandes llamadas de Dios y recuerda que Simeón muy pronto manifestará a María que una espada atravesará su alma. Es entonces cuando María se coloca ante nosotros como modelo que se entrega con alegría", continuó.
El P. Cantalamessa señaló además que "María dice Amén a Dios, un Amén total, con todo el significado que esta palabra adquiere en la Biblia, hasta el punto de que Jesús se convierte en Amén: Yo, Padre, así lo hago porque lo has querido Tú. María ha dado un sí a Dios, tan grande, de poder abrazar la voluntad de toda la humanidad. En aquel momento nos representaba a todos".
"Por lo tanto la fe de María, venerados padres y hermanos, es un acto de amor, de docilidad y libre, porque Dios solo quiere actos libres, aunque estén suscitados por la gracia de Dios", agregó.
Tras recordar que el Concilio Vaticano II resalta que la grandeza de María es la fe y esta fe debe ser imitada por todos, especialmente los sacerdotes, el predicador de la Casa Pontificia destacó que "aquello que los fieles advierten inmediatamente en un sacerdote y en un pastor, es si cree: si cree en aquello que dice y en aquello que celebra. Quien en el sacerdote busca ante todo a Dios se da cuenta inmediatamente".
"En cambio quien no busca a Dios en él puede fácilmente caer en engaño y llevar al engaño al mismo sacerdote", concluyó.