Al presidir este mediodía el rezo del Ángelus dominical ante miles de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, el Papa Benedicto XVI explicó que el hombre solo puede encontrar la verdadera alegría en el amor de Dios y no en las cosas que ofrece el mundo.
En este tercer domingo de Adviento, domingo de Gaudete (de la alegría), el Papa Benedicto XVI recordó primeramente la invitación del Apóstol San Pablo a vivir el gozo porque el Señor ya está cerca. "La Madre Iglesia, mientras nos acompaña hacia la Santa Navidad, nos ayuda a redescubrir el sentido y el gusto de la alegría cristiana, tan distinta a la del mundo", dijo.
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Luego de explicar que en este domingo en Roma, miles de niños y sus familias siguen la tradición de hacer bendecir las imágenes del Niño Jesús que colocarán en sus nacimientos o pesebres en sus casas, escuelas y parroquias, Benedicto XVI expresó su alegría por esta especial costumbre pero advirtió que "no basta con repetir un gesto tradicional, aunque importante. Hace falta buscar vivir en la realidad de todos los días lo que el pesebre representa, es decir el amor de Cristo, su humildad, su pobreza" que "por amor a nosotros se ha desprendido de todo y se ha hecho un pequeño niño".
La bendición de estas imágenes del Niño Jesús, que en Roma se conocen como "Bambinelli", continuó el Santo Padre, "nos recuerda que el pesebre es una escuela de vida, donde podemos aprender el secreto de la verdadera alegría. Esta no consiste en tener muchas cosas, sino en sentirse amados por el Señor, en hacerse don para los otros y en el quererse".
"Miremos el pesebre: la Virgen y San José no parecen una familia muy afortunada, tienen a su primogénito en medio de grandes dificultades; pero están llenos de una íntima alegría porque se aman, se ayudan y sobre todo tienen la certeza de que en su historia ha obrado Dios, que se ha hecho presente en el pequeño Jesús".
"¿Y los pastores? ¿Qué motivo tienen para alegrarse? Aquel Neonato ciertamente no cambiará sus condiciones de pobreza y marginación. ¡Pero la fe los ayuda a reconocer en el ‘niño envuelto en pañales, recostado en un pesebre’ el ‘signo’ del cumplimiento de las promesas de Dios para todos los hombre ‘que Él ama’, incluso para ellos!"
La verdadera alegría, dijo el Papa Benedicto XVI, está entonces en experimentar que "nuestra existencia personal y comunitaria es visitada y colmada por un misterio grande, el misterio del amor de Dios. Para vivirla necesitamos más que solo cosas, sino principalmente el amor y la verdad: necesitamos a un Dios cercano, que calienta nuestros corazones y responde a nuestras esperanzas más profundas. Este Dios se ha manifestado en Jesús, nacido de la Virgen María".
Por ello, concluyó el Santo Padre, "el niño que pongamos en la cabaña o en la gruta, es el centro de todo, es el corazón del mundo. Recemos para que cada hombre, como la Virgen María, pueda acoger como centro de la propia vida a Dios que se ha hecho Niño, fuente de la verdadera alegría".