El Observatorio internacional Cardenal Van Thuân sobre la Doctrina Social de la Iglesia publicó el llamado "Decálogo contra la píldora RU-486", un sencillo manual que da a los católicos "diez buenas razones en contra del aborto químico".
Según explicó su presidente, Mons. Giampaolo Crepaldi, "la cuestión de la vida está en el centro de la Doctrina Social de la Iglesia, como ha indicado claramente Benedicto XVI en su encíclica Caritas in veritate. Está en el centro porque atañe de forma radical a la persona y porque de la forma de afrontar el tema del respeto a la vida humana dependen todas las demás cuestiones sociales".
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El Observatorio propone el decálogo frente a la RU-486 por considerarla como la "expresión de una cultura disgregativa, que destruye la pasión por la vida y vulnera en su mismo origen el significado del hecho de estar juntos.
El decálogo recuerda que "un aborto es siempre un aborto" y su modalidad química o quirúrgica "no cambia su naturaleza de ‘delito abominable’, ya que no varía la voluntariedad de provocar la eliminación de un ser humano inocente".
También recuerda que "el aborto químico no es menos peligroso para la salud de la mujer"; aclara que este fármaco "parece una medicina, pero es tan sólo un veneno" que causa la muerte.
En su punto cuatro, el decálogo explica que "la ‘píldora’ para abortar trivializa el aborto" pues "propicia dos trágicos errores: pensar que el aborto es algo fácil y que es una terapia médica de tantas".
Asimismo, precisa que "la RU-486 condena a la mujer a la soledad" en un largo proceso de aborto; añade que las consumidoras del fármaco tienen "poco tiempo para una reflexión adecuada pues "las píldoras son entregadas a la mujer en plazos necesariamente breves, y para surtir eficacia tienen que administrarse durante los 49 primeros días del embarazo, lo que no permite una reflexión lo suficientemente meditada acerca de la decisión definitiva".
El texto señala que la RU-486 "lleva a cabo una acción deseducativa"; "responde a una ideología" con la intención de que "esta modalidad química se convierta en la forma normal de abortar y que pueda incluso llegar a reemplazar a la anticoncepción".
Finalmente, precisa que "al no tratarse de un fármaco, no puede imponerse a los médicos que la prescriban" y asegura que "un aborto es siempre y sólo un aborto".
"Pese a su difusión, a las cifran tan abrumadoras que nublan su percepción real y al engaño semántico de su cambio de nombre (interrupción voluntaria del embarazo); pese a los esfuerzos encaminados a que pase inadvertido y a que resulte trivial y rutinario, el aborto sigue siendo un acto gravemente injusto, un duelo que es preciso elaborar, una herida que hay que curar. Perder conciencia de él no cambia la realidad de los hechos: un hecho es un hecho. Diga lo que diga cualquier ideología", concluye el decálogo.