Al recibir a un grupo de obispos de la Conferencia de Obispos Católicos de Brasil (CNBB) en visita ad limina, el Papa Benedicto XVI los alentó a promover un profundo respeto por la vida de toda persona, desde la concepción hasta la muerte natural, porque la vida del ser humano siempre es sagrada.
En su discurso el Santo Padre subrayó que el pueblo brasileño "abriga en su corazón un gran sentimiento religioso y nobles tradiciones, enraizadas en el cristianismo, que se expresan en manifestaciones religiosas y civiles, sentidas y genuinas. Es un patrimonio rico de valores que os esforzáis en defender y vivificar".
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"Os invito a proseguir en esta obra constante y metódica de evangelización, ciertos de que la formación auténticamente cristiana de la conciencia es decisiva para una profunda vida de fe y también para la madurez social y el verdadero y equilibrado bienestar de la comunidad humana", continuó.
"Dado que una conciencia bien formada lleva a realizar el auténtico bien del ser humano la Iglesia, especificando cual es ese bien, ilumina a los hombres y a través de toda la vida cristiana intenta educar su conciencia. La enseñanza de la Iglesia, debido a su origen -Dios-, a su contenido -la verdad- y a su punto de apoyo -la conciencia-, encuentra un eco profundo y persuasivo en el corazón de cada persona creyente o no".
Al hablar luego de la necesaria defensa de la vida, Benedicto XVI explicó que ésta "no es solo prerrogativa de los cristianos. El ‘pueblo de la vida’ se alegra de poder compartir su compromiso con otros, de manera que ese ‘pueblo por la vida’ sea cada vez más numeroso y la nueva cultura de amor y solidaridad crezca para el bien verdadero de la civilización humana".
El Papa alentó a los obispos a hablar al "corazón del pueblo" y a "unir las voluntades para hacer frente a la creciente ola de violencia y menosprecio del ser humano", que "de dádiva de Dios, acogida en la intimidad amorosa entre el hombre y la mujer, ha pasado a verse como mero producto humano".
En este sentido, citó su encíclica Caritas in veritate en la que señala que: "en la actualidad, la bioética es un campo prioritario y crucial en la lucha cultural entre el absolutismo de la técnica y la responsabilidad moral. Es un ámbito muy delicado y decisivo, donde se plantea con toda su fuerza dramática la cuestión fundamental: si el hombre es un producto de sí mismo o si depende de Dios. Los descubrimientos científicos en este campo y las posibilidades de una intervención técnica han crecido tanto que parecen imponer la elección entre estos dos tipos de razón: una razón abierta a la trascendencia o una razón encerrada en la inmanencia".
"La convicción de la recta razón y la certeza de la fe de que la vida del ser humano, desde su concepción hasta su muerte natural, pertenece a Dios y no al hombre, le confiere el carácter sagrado y la dignidad personal que suscita la única actitud legal y moral correcta: la del profundo respeto", resaltó el Santo Padre.
"No podemos desanimarnos nunca en nuestro llamamiento a la conciencia", dijo al finalizar el Papa y los invitó a trabajar por la causa de Dios "no con el ánimo triste de quien advierte las carencias y peligros, sino con la firme confianza de los que saben poder contar con la victoria de Cristo".