El Secretario de la Congregación para el Clero, Mons. Mauro Piacenza, señaló que el anuncio de la Palabra de Dios es una tarea irrenunciable de los sacerdotes que debe hacer con dignidad y sabiduría, mostrándole a los demás a Cristo mismo. Esta misión no admite presentar visiones subjetivas del Señor ni relativismo alguno.
En un artículo publicado en L'Osservatore Romano, el Arzobispo asegura que "ningún presbítero se anuncia a sí mismo ni sus propias ideas, ni tampoco interpretaciones personalistas o subjetivas del único y eterno Evangelio.
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Seguidamente Mons. Piacenza explica que para realizar esta labor con dignidad, es necesario involucrar al corazón, de donde se origina el verdadero conocimiento de las Escrituras, "que nace de la cotidiana intimidad con Él, de la lectio divina, como parte de la gran tradición de los padres, de la meditación profunda que va haciendo que gradualmente y se transforme cada sacerdote en un 'Evangelio viviente'".
"Bien sabemos –dice el Prelado a los sacerdotes– que el 'Evangelio no es solo palabra, Cristo mismo es el Evangelio' y a Él estamos llamados a conformarnos, también a través del ejercicio del ministerio del anuncio".
Al hablar luego de la necesidad de una predicación "sabia", el Arzobispo recuerda que esta "presupone la prudencia y la capacidad de mirar la realidad según la totalidad de sus factores, no absolutizando punto de vista humano alguno, sino siempre refiriendo todo al único absoluto que es Dios".
"Una predicación sabia tiene en cuenta primeramente las exigencias reales de quienes la reciben, nunca imponiendo interpretaciones arbitrarias e insuficientes, sino favoreciendo siempre la única cosa de verdad necesaria: el encuentro real con Dios de los hermanos confiados a nuestra cura".
Anunciar de manera sabia el Evangelio, prosigue el Prelado vaticano, significa "ser siempre consciente de la obra de Dios en cada anuncio: es Él quien prepara los corazones, es Él quien se encuentra con los hombres, es Él quien hace germinar las flores de la conversión y madurar los frutos de caridad".
"El único 'relativismo' admitido es el que se dirige a uno mismo: debemos estar, como predicadores, totalmente 'relativos' (relacionados) a Dios", dice a los sacerdotes.
"Descubriremos de ese modo –concluye– la eficacia y la belleza del ministerio confiado a nosotros a través del anuncio de la Palabra, advertiremos aquella íntima compañía del Señor, que ama a quien da con alegría y que no deja nunca solo a su siervo; contemplaremos, conmovidos, los frutos que Él permitirá y advertiremos su compañía también en el momento de la cruz".